17 may 2012

Alain Badiou, su teoría del sujeto y Lacan

"Mientras más poesía lee uno, menos tolerante se vuelve a cualquier forma de verbosidad, ya sea en el discurso político o filosófico, en historia, estudios sociales o en el arte de la ficción".
Joseph Brodsky

Alain Badiou es sin duda uno de los pensadores que ha llevado con mayor fortuna provecho las aguas de la enseñanza lacaniana al molino de sus elaboraciones teóricas. La semana pasada el diario argentino Página 12 publicó un pequeño texto donde de un modo autobiográfico Badiou ofrece un breve recuento de su andar por ese río que mezcla las aguas de la vida y la teoría, y en el que dedica a su relación con la obra de Lacan unas palabras que encontré propicias para situar unas diferencias entre la teoría del sujeto que plantea Badiou y la del propio Lacan. Aquí van:
Lacan me enseñó la conexión, el lazo necesario entre una teoría de los sujetos y una teoría de las formas. Me enseñó cómo y por qué el pensamiento sobre el sujeto, que había sido opuesto a menudo a la teoría de las formas, no era en realidad inteligible más que en el marco de esa teoría. Me enseñó que el sujeto es una pregunta que no es en absoluto de carácter psicológico ni fenomenológico, sino que es una pregunta axiomática y formal. ¡Más que toda otra pregunta! 
Cabe creer que con "teoría de las formas" Badiou se refiere a las formas platónicas. Pero en todo caso, y en buen discurso filosófico, tales formas presuponen sustancias. Son sustancias. La teoría del sujeto en Lacan, -y de manera clara a partir del momento en que define al sujeto como "lo que un significante representa para otro significante" (1963)- vincula al sujeto a una forma, sí, pero no en un sentido platónico, pues se trata de una forma sin sustancia. Incluso si Lacan habla del "ser del sujeto", no habría allí una ontología, menos una ontología sensible a la política y la antropología, como podría ser quizá el ámbito en el que se despliegan las indagaciones de Badiou. Más adelante sigue:
 Lacan era para mí una prosa; seguí poco los seminarios. Era una prosa teórica, un estilo que combinaba, justamente en la prosa misma, los recursos del formalismo y los recursos de mi único y verdadero maestro en materia de poemas, que era Mallarmé. Esta conjunción en la prosa, esta posibilidad de la conjunción del formalismo de un lado (el matema) y del otro la sinuosidad mallarmeana me convenció de que se podía, en materia de teoría del sujeto, circular entre el poema y la formalización.
 Si puede ser cierto que entre matema y poema el estilo de Lacan iba y venía, si uno se atuviera a los Escritos quedan fuera ciertos enunciados de pasaje que, en su elaboración sucesiva y gradual, hilvanaron el discurso de Lacan con las cuestiones más atinentes a la práctica analítica (donde -¿no está de más decirlo?- nada tiene un carácter axiomático). Fuera queda el sujeto como efecto de corte ("El deseo y su interpretación"), fuera el sujeto causado por un objeto que no es sino la imagen de una nada ("La angustia"), por ejemplo. ¿O alguien ha visto pulular a este sujeto en los Escritos? Sin la lectura de los seminarios, ciertamente para algunos, es posible que los enunciados de Lacan quedasen reducidos a una "prosa teórica". Eso depende de los ojos que los recorran. No veo problema en ello, si se tiene en cuenta que el discurso analítico no es -ni será jamás- una filosofía. A veces no viene mal invitar a Perogrullo a recordarnos algo: la teoría del sujeto de Badiou (et. al.) es filosofía, la de Lacan no. Si no me creen, lean a Badiou (con todo y sus matemas): 

15 may 2012

Adiós a Carlos Fuentes (1928-2012)

Hace unas horas murió Carlos Fuentes. Por alguna razón que se me escapa -pero a Jung seguramente no-, a poco de despertar esta mañana pensé en unas palabras suyas. Ahora, de su alfabético libro de ensayos "En esto creo", copio estas otras:

MUERTE
Cuando se trata de acompañar a la muerte, ¿cuál es el tiempo válido para la vida? Freud nos advierte que lo que no tiene vida existió con anterioridad a lo vivo. El fin de toda vida es la muerte, una reina todopoderosa que nos precedió y seguirá aquí cuando desaparezcamos. ¿Nos anunció antes de ser? ¿Nos recordará después de haber sido? O más bien, la nada que nos precedió y que nos seguirá, ¿sólo se vuelve consciente en tanto naturaleza, no en tanto nada, gracias a nuestro paso por la vida? La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es. La esperamos con grados diferentes de aceptación, de furia, de tristeza, de cuestionamiento, de arrepentimiento, de eso que Xavier Villaurrutia llamaba nostalgia de la muerte. Hacemos el balance de nuestra vida, pero sabemos que el verdadero fiscal es la muerte y que su veredicto lo conocemos de antemano.

De: En esto creo, Seix Barral, México, 2002.

3 may 2012

Lacan y los surrealismos (seminario)




Seminario de Jorge Baños Orellana
Viernes 4, sábado 5 y domingo 6 de mayo
Museo Casa de León Trotsky
Av. Río Churubusco 410, Colonia del Carmen, Coyoacán
Argumento:
Se insiste con que, sin el surrealismo, el psicoanálisis lacaniano nunca habría llegado a ser
lo que es. De acuerdo, ¿pero hasta qué punto y de qué surrealismo estamos hablando?
Porque las divisiones internas del surrealismo son su marca de nacimiento. Al respecto,
Jacques Lacan conservaba la amistad con Breton aunque almorzaba regularmente con
Bataille; se citaba con Dalí aunque era de la corte de Picasso; recomendaba a Caillois
aunque también lo fustigaba; sacaba partido de la antropología fantasmal de Leiris aunque
parecía más próximo a Lévi-Strauss; se inspiraba en textos automáticos aunque también
señalaba su miseria; y es tan cierto que participó de la reclusión psiquiátrica de Artaud
como que fue él quien rescató a Dora Maar de los electrochoques de la clínica Sainte-Anne.
Y la lista sigue.
Es hora de comenzar a poner en foco esta relación aparentemente borrosa de Lacan con los muchos surrealismos, precisando cuáles consecuencias habría o no tenido para él en tanto psicoanalista. Y para evitar la trampa más común, adoptaremos la precaución de no soslayar una dificultad agregada: la añadida por testimonios de que los protagonistas del surrealismo dividido no permanecieron tiesos. Ellos no jugaron, para nuestra comodidad, siempre la misma partida; ni tampoco, hay que decirlo, Lacan permaneció siempre en la senda de los primeros pasos. 
Al respecto, 1938 fue un año elocuente.
La agitación comienza el mes de enero, en París, con la inauguración de la Exposición
Internacional Surrealista (hecha para responder a la exposición nazi de “El arte
degenerado” realizada en Munich) y los siguientes meses serán el marco de una
consolidación simultánea y extrema de prácticamente todas las fracciones del movimiento:
Breton escribe con Trotsky el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”;
Caillois lee “Viento de invierno”; Bataille, “El aprendiz de brujo”; Leiris corrige La edad
del hombre; el Guernica peregrina por ocho ciudades europeas; Artaud publica El teatro y
su doble. Por su parte, Lacan entrega el fascículo La familia, condensando las conclusiones
de la primera época. 1938 marca, así, una innegable línea de llegada, lo que no impide
que, retroactivamente, lo tomemos también como el año del punto de inflexión; porque la
Segunda guerra mundial estalla y, a su término, nadie vuelve a ser el mismo.
Los pormenores del antes, el durante y el después de 1938 serán, por eso, el eje ordenador
de este seminario psicoanalítico a propósito de los surrealismos de Jacques Lacan.


BIBLIOGRAFÍA :
Jacques Lacan: [1931], “Estructura de las psicosis paranoicas”, en El analiticón: clínica
psicoanalítica de las psicosis, n°4, Barcelona, 1987, pp. 5-20. Original: “Structure des
psychoses paranoïaques”, Semaine des Hôpitaux de Paris, n° 14, juillet 1931, p.
440. En http://www.ecole-lacanienne.net/documents/1931-07-07.doc
[1931] con Joseph Lévy-Valensi y Pierre Migault, “Écrits inspirés :
schizographie”, Annales Médico-Psychologiques, en 11 de noviembre 1931 t. II, p. 520.
Incluido como anexo en De la psychose paranoïaque dans ses rapports avec la
personnalité, Paris, Seuil, 1975.
También en: http://www.ecole-lacanienne.net/documents/1931-11-12a.doc
[1932] De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, tr. Antonio
Alatorre, México, Siglo xxi, 1976.
[1957], “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, en Escritos 1,
siglo XXI, México D.F:.
André Breton[1928/62], Nadja, ed. Joaquin Mortiz, México, 1967.
[1930], “Segundo Manifiesto”, incluido en Manifiestos del surrealismo, tr. Andrés Bosh,
Barcelona, Labor, 1992.
[1930] con Paul Eluard, La inmaculada concepción, ed. de la Flor, Buenos Aires, 1972.
[1952] Conversaciones (1913-1952), FCE, México D.F., 1987.
Otros:
Danielle ARNOUX [1993], “La ruptura entre Jacques Lacan y Gäetan Gatian de Clérambault
», rev. Litoral n°16: Antecedentes lacanianos, tr. Federido Höller, Córdoba, Argentina, abril
de 1994.
Antonin ARTAUD [1947], Van Gogh, el suicidado por la sociedad, Argonauta, Buenos Aires,
2007
Alice MAHON [2005], Surrealismo, eros y política, 1938-1968, Alianza, Madrid, 2009.
Gabriel MERAZ-ARRIOLA, “La escritura de un cuerpo imposible: Antonin Artaud”, en
rev. Litoral n°43, México D.F. , 2011.
Juan TOVAR, “La obra soñada”, en rev. Litoral n°43, México D.F. , 2011.
Inscripciones:
Las inscripciones sólo se efectuarán con los inscriptores, ya que el Museo no permite que se
efectúen en el lugar. El costo de la misma es de $1.000 hasta el primero de abril. Luego,
hasta el 3 de mayo, será de $1.300
Beatriz Aguad, aguad@cablevision.net.mx
Pola Mejía, tepoztlan.pola@gmail.com
Gena Riccio,  genariccio@prodigy.net.mx

2 may 2012

Guido Ceronetti: Nietzsche visto por Rudolf Steiner

Nietzsche, ya por entonces loco, visto por Rudolf Steiner en Naumburg: «Su entidad anímico-espiritual estaba ya propiamente fuera de él, ya sólo se adhería al cuerpo como si estuviera retenida por un grueso cordón.» «Se tenía la maravillosa impresión de que el verdadero Nietzsche estaba suspendido en realidad de su cabeza.» Lo vio como reencarnación cercana a un fraile franciscano que practicara intensos ejercicios de mortificación. Según Steiner, en la vida terrena de Nietzsche, aquella alma mortificada rechazaba sumergirse en la corporeidad y en la materia. Zarathustra, como fruto de la lucha mortal entre el asceta menor y el filólogo de Naumburg.


De: G. Ceronetti, El silencio del Cuerpo, Acantilado, Barcelona, 2006.

16 abr 2012

Arthur Schnitzler sobre el psicoanálisis


"Que venga aquel que dice ser parecido a mí que le escupo en la jeta"
Arthur Cravan, poeta y boxeador

Tal vez para algunos el nombre de Arthur Schnitzler evoque de inmediato la figura más o menos fantasmal de "el doble de Sigmund Freud". Lo cierto es que cuando el futuro escritor nació en Viena el 15 de mayo de 1862 el futuro analista venía de cumplir seis años. Su padre, un laringólogo que atendía a cantantes y actores, no veía con buenos ojos las inquietudes literarias del hijo, de modo que el joven Arthur torció el brazo y estudió medicina siguiendo la sombra paterna, y durante un tiempo, una senda próxima a la del creador del psicoanálisis: se especializó en neurología al tiempo que se apasionaba con la hipnosis y la histeria, seguía los cursos psiquiátricos de Meynert y se deleitaba estudiando las traducciones de Bernheim y  Charcot que salían de la pluma de Freud. Mientras hacía de médico (en el consultorio de su padre trataba la afonía mediante hipnosis y sugestión), el escritor en ciernes escribía casi a escondidas (a los 18 años consigna en su diario haber escrito 23 dramas y tener empezados 13 más). Pero -como no hay mal que dure siempre ni médico que lo aguante- poco a poco dejó la consulta para consagrarse de lleno a las letras, lo que significaba pasar menos tiempo escrutando gargantas irritadas y más en el café. La primera pieza escénica que estrenó Schnitzler, Paracelso (1898), giraba en torno a la hipnosis. Parece que Freud la leyó ese mismo año y, a decir de Roland Jaccard, habría comentado: "Me ha sorprendido ver cuánto puede saber un escritor de estos asuntos". Como quiera que fuere, es imaginable el impacto que antes de publicar La interpretación de los sueños pudo suscitar en Freud la lectura de versos así:

Y acuérdate que cada noche nos fuerza
A descender a un mundo desconocido,
Privados de nuestra fuerza ynuestra riqueza ...
Pues toda la abundancia y las adquisiciones de la vida
Tienen poco peso frente a los sueños,
Que nos encuentran abúlicos al dormir.

Por el diario del escritor vienés se sabe que en 1900 leyó la obra de Freud sobre el sueño, momento a partir del cual  integraría en sus narraciones algunos procesos y mecanismos oníricos allí descritos. Antes que Joyce, Svevo y Virginia Woolf exploró los alcances narrativos del llamado "monólogo interior", y se dice que hay que agradecer a Joyce que hoy se hable de stream of consciousness, pues, de ser Schnitzler más famoso, habría que hablar de Bewusteisströmung. Además del engaño y la celotipia llevada a extremos demenciales, fue una presencia constante en la obra de Schnitzler el parentesco que hay entre el amor y la muerte, la incidencia del determinismo inconsciente en la vida cotidiana y la crítica del lenguaje y los valores falaces que encierra el blablabla. Símbolos de la decadencia propia del renacimiento de la Viena finisecular, los personajes que habitan sus obras parecen ir y venir dominados por una sensación de fin del mundo.

Freud seguía con atención los pasos de su contemporáneo y sin tapujo profesaba admiración a su trabajo. Sin embargo, pese a vivir en la misma ciudad, incluso en el mismo barrio, pese a jugar cartas cada semana con el hermano menor del escritor, Freud no hizo el mínimo intento de entablar amistad con Schnitzler. Nunca se conocieron personalmente. Para sus biógrafos, la relación que no tuvieron estas dos figuras centrales de la cultura vienesa ha constituido un expediente curioso, del cual se conservan sólo tres cartas. Las dos que Freud dirigió al escritor datan de 1906 y 1922. En la primera de ellas, el creador del psicoanálisis señalaba su afinidad de ideas en lo que toca a "muchos problemas psicológicos y eróticos", y le dice: "A menudo me he preguntado con asombro cómo había llegado usted a tal o cual conocimiento íntimo y secreto que yo había adquirido sólo después de una prolongada investigación sobre el tema"; para declarar al final "envidiar al autor que antes admiraba". La de 1922 es la más conocida. Después de felicitar a Schnitzler por sus sesenta años le escribe: "Tengo, no obstante que hacer una confesión, que le ruego no divulgue ni comparta con amigos ni enemigos. Me he atormentado a mí mismo preguntándome por qué en todos estos años jamás había intentado que trabáramos amistad ni charlar con usted (...)  La respuesta contiene esta confesión, que me parece demasiado íntima. Creo que lo he evitado porque sentía una especie de reluctancia a encontrarme con mi doble (doppelgänger)". Esta declaración podría no ser más que un regalo de cumpleaños de Freud, acorde con la efusividad que solía demostrar en su faceta de corresponsal. Pero también podría ser cierto que Schnitzler encarnara en cierta forma el fantasma del escritor y artista que Freud no llegó a ser, posibilidad que jamás se animó a encarar frente a frente. Freud concluía su carta con una confesión más melancólica: "Discúlpeme que vuelva a caer en el psicoanálisis: no sé hacer otra cosa. Sólo sé que el psicoanálisis no es un modo de hacerse amar".

Todavía hoy hay quien ve en este dramaturgo y novelista al autor freudiano por excelencia, y los programas de mano de los teatros lo suelen presentar al público como "el doble" del creador del psicoanálisis. ¡Vaya regalo, doctor! Pero si Freud dejó en claro qué pensaba de Schnitzler no es tan fácil saber lo que pensaba Schnitzler de Freud. En todo caso, su postura frente al valor del psicoanálisis es por lo menos escéptica, como lo manifiestan los siguientes aforismos:

8 abr 2012

Antonin Artaud, Los enfermos y los médicos


1946. París. Luego de salir del manicomio de Rodez, el poeta Antonin Artaud entra en un periodo de ebullición creativa. Aunque sigue pernoctando en una clínica psiquiátrica, tiene llave de la puerta y entra y sale a su guisa. Si bien nunca dejó la escritura -durante sus años de encierro escribía cartas, sobre todo cartas-, el último tramo de su vida es el más productivo de su existencia como escritor. Recibe homenajes públicos y un premio literario (el Saint-Beuve por su Van Gogh, el suicidado de la sociedad), firma un contrato con Gallimard para la edición de sus Oeuvres Complètes y escribe algunos de sus libros más importantes: Artaud le Mômo, Ci-Gît. La crema y nata de la cultura europea saluda la liberación del poeta y él hace lecturas públicas más próximas a un acto del Teatro de la Crueldad que a un inocuo recital de poesía. Es que él nunca escribió para hacer literatura y, según dice ahora, escribe para los analfabetas.
En este momento de su recorrido vital, Artaud ha trasladado la escena teatral a su propio cuerpo, un cuerpo que ha hecho propio por la vía del dolor; practica un teatro plenamente orgánico y danza y canta y grita por las calles de Paris para conjurar los maleficios que se ciernen sobre su cuerpo, cuando no se reúne con amigos en Les Deux Magots.
En la misma época escribe también una serie de poemas que pueden leerse como un ajuste de cuentas con la psiquiatría y la experiencia de la alienación: Los enfermos y los médicos, Alienación y magia negra, y el mencionado Van Gogh, el suicidado de la sociedad. De esta suerte, el 8 de junio de 1946, un día después de la célebre sesión del teatro Sarah- Bernhardt, Artaud se encierra en la cabina radiofónica del Club de l'Essai, en el número 37 de la rue de l'Université, barrio Saint-Germain-des-Près, para grabar de propia voz su poema Los enfermos y los médicos. La mañana siguiente, a las 9:30 hrs., la grabación es difundida por la radio francesa. Artaud escucha el programa en casa de su amiga Marthe Robert (la misma que escribió sobre Kafka y Freud) y le confiesa su desagrado al no reconocer su voz. Piensa que la radio le ha dado un ritmo y una tonalidad extraños, con un cierto aire á la Albert Lambert, comediante que hoy pocos recuerdan. La voz de cada cual, lo sabemos, tiene algo de unheimlich para cada cual...


En la exaltación de la enfermedad de este poema aparece un rasgo común en los escritos artaudianos: como parte de un linaje que él mismo establecía, Artaud se emparentaba con los grandes enfermos y supliciados (o "suicidados") de la cultura: Hölderlin, PoeLautreamontNietzscheNervalVan Gogh... Luego alguien como Gilles Deleuze vendría a afirmar que esta clase de enfermos devienen médicos de la sociedad; algo que, a su modo, dijo antes el propio Nietzsche y, aún antes, en medio de sus visiones, William Blake.

Copio el poema en el original francés y en castellano, en traducción del poeta argentino Aldo Pellegrini:

25 mar 2012

Antonio Tabucchi, escritor de sueños ajenos


La mañana de este domingo, a los 68 años, murió el escritor italiano Antonio Tabucchi. La noticia de su muerte, aquí leída, me hizo recordar las imágenes de uno de sus más bellos relatos: Los tres últimos días de Fernando Pessoa. Y me pregunté si acaso Tabucchi, entre las frías paredes de la Cruz Roja de Lisboa, su ciudad de adopción, habría recibido en sus últimos días la visita de un sosias literario. Y si la noche antes de morir soñó algo que después otro -un otro cualquiera pero alguien- llegaría a escribir. Y si alguien, de ahora en adelante, escribirá los recuerdos de Tabucchi como si otro los recordara y no el propio Tabucchi, o como si en realidad -siendo otro- los recordara y escribiera Tabucchi.

Para recordarlo en este blog, copio de su libro Sueños de sueños las páginas dedicadas al creador del psicoanálisis.

SUEÑO DE SIGMUND FREUD, INTÉRPRETE DE SUEÑOS AJENOS
Por: Antonio Tabucchi

La noche del veintidós de septiembre de 1939, el día antes de morir, el doctor Sigmund Freud, intérprete de los sueños ajenos, tuvo un sueño.
Soñó que se había convertido en Dora y que estaba cruzando una Viena bombardeada. La ciudad estaba destruida, y de las ruinas de los edificios se alzaba una nube de polvo y de humo.
¿Cómo es posible que esta ciudad haya sido destruida?, se preguntaba el doctor Freud, e intentaba sujetarse los senos, que eran postizos. Pero en aquel momento se cruzó, en la Rathausstrasse, con Frau Marta, que avanzaba con el Neue Frei Presse abierto ante sí.
Oh, querida Dora, dijo Frau Marta, acabo de leer precisamente ahora que el doctor Freud ha vuelto a Viena desde París y vive justo aquí, en el número siete de la Rathausstrasse, quizá le sentaría bien que lo visitara. Y mientras lo decía, apartó con el pie el cadáver de un soldado.
El doctor Freud sintió una gran vergüenza y se bajó el velo del sombrero. No sé por qué, dijo tímidamente.
Porque tiene usted muchos problemas, querida Dora, dijo Frau Marta, tiene usted muchos problemas, como todos nosotros, necesita confiarse a alguien, y, créame, nadie mejor que el doctor Freud para las confidencias, él lo comprende todo acerca de las mujeres, a veces parece incluso una mujer, de tanto como se ensimisma en su papel.
El doctor Freud se despidió con amabilidad pero con rapidez y retomó su camino. Un poco más adelante se cruzó con el mozo del carnicero, que la miró con insistencia y le soltó un piropo grosero. El doctor Freud se detuvo, porque hubiera querido darle un puñetazo, pero el mozo del carnicero le miró las piernas y le dijo: Dora, a ti te hace falta un hombre de verdad, para que dejes de estar enamorada de tus fantasías.
El doctor Freud se detuvo irritado. Y tú ¿cómo lo sabes?, le preguntó.
Lo sabe toda Viena, dijo el mozo del carnicero, tú tienes demasiadas fantasías sexuales, lo ha descubierto el doctor Freud.
El doctor Freud levantó los puños. Eso ya era demasiado. Que él, el doctor Freud, tenía fantasías sexuales. Eran los demás quienes tenían esas fantasías, los que acudían a hacerle sus confidencias. Él era un hombre íntegro, y aquel tipo de fantasías era un problema de niños o de perturbados.
Venga, no seas tonta, dijo el mozo del carnicero, y le pellizcó suavemente la mejilla.
El doctor Freud se pavoneó. Después de todo, no le disgustaba ser tratado con familiaridad por un viril mozo de carnicero, y después de todo él era Dora, que tenía problemas nefandos.
Continuó avanzando por la Rathausstrasse y llegó ante su casa. Su casa, su bella casa, ya no existía, había sido destruida por un obús. Pero en el pequeño jardín, que había quedado intacto, estaba su diván. Y en el diván se hallaba tumbado un palurdo con zuecos y la camisa por fuera, que estaba roncando.
El doctor Freud se le acercó y lo despertó. ¿Qué hace usted aquí?, le preguntó.
El palurdo lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos. Busco al doctor Freud.
El doctor Freud soy yo, dijo el doctor Freud.
No me haga reír, señora, respondió el palurdo.
Muy bien, dijo el doctor Freud, le confesaré una cosa, hoy he decidido asumir la apariencia de una de mis pacientes, por eso voy vestido así, soy Dora.
Dora, dijo el palurdo, pero si yo te amo. Y diciendo esto la abrazó. El doctor Freud sintió una gran turbación y se dejó caer sobre el diván. Y en aquel momento se despertó. Era su última noche, pero él no lo sabía.

SIGMUND FREUD. Freiberg, 1856-Londres, 1939. Era neurólogo. Primero estudió la histeria y la hipnosis de Charcot, después interpretó los sueños de los hombres, con la pretensión de remontarse a través de ellos hasta la infelicidad que nos persigue. Sostuvo que el hombre, dentro de sí, posee un coágulo oscuro que denominó inconsciente. Sus Casos clínicos pueden ser leídos como ingeniosas novelas. El Ello, el Yo y el Super-Yo son su Trinidad. Y, tal vez, todavía la nuestra.

De: Sueños de Sueños, Anagrama, Barcelona, 1996.

29 dic 2011

Lacan día por día, de Diana Estrín

Cualquier lector que asoma la nariz a los seminarios de Jacques Lacan está persuadido (y si no, su olfato pronto se lo indica, y si no, pues mucho peor para él) de que abrir tales páginas significa adentrarse a un territorio textual que ofrece dificultades de diversa índole. Más allá de los problemas de establecimiento, del pasaje de lo oral a lo escrito -el famoso y complicado estatus del "Lacan habría dicho"-, de las traducciones, del discurso alambicado que practicaba el psicoanalista francés, uno de los rasgos que caracterizó al seminario que sostuvo durante casi treinta años de enseñanza fue que -reunión tras reunión, explícita o implícitamente- aludía a un cúmulo de autores, artículos y referencias librescas de los que, como se sabe, hacía con frecuencia un uso más bien poco ortodoxo, personal y sumamente libre, por decirlo así de prisa. En este sentido, al leer un seminario de Lacan nos ocurre algo similar a cuando se lee un Ensayo de Montaigne: uno siente que, a través de las citas ocultas o manifiestas, acude a una lectura que, como las muñecas rusas, encierra en su interior otra lectura, lecturas dentro de una lectura que no siempre son evidentes a la primera mirada. Sin embargo, mientras que varias ediciones de la obra del moralista bordelés son pródigas en notas y datos bibliográficos, los seminarios de Lacan suelen llegar a quien se los procura (especialmente en su versión oficial, la de J. A. Miller, y excepción hecha de las establecidas por MRoussan en francés, o R. Rodríguez Ponte en castellano) sin un aparato crítico de lectura, indispensable cuando se trata de un seminario de Lacan.
Así pues, Lacan Día por Día, el libro de  Diana Estrín, se aproxima a suplir dicha carencia y constituye una preciosa herramienta de lectura para quien se adentra en los seminarios, una suerte de mapa de señales para orientarse en ese vasto e intrincado territorio textual que conforma la enseñanza oral de Jacques Lacan.

Gracias a la generosidad de la autora, el libro se encuentra disponible para su descarga en pdf en el sitio de e-diciones de la École Lacanienne de Psychanalyse, en la sección de libros digitales. Para acceder a éste y otros materiales de lectura sólo es preciso registrarse con un correo electrónico en el enlace previo.