15 ago 2012

Maurice Blanchot. "El habla analítica"

El escritor, su biografía: murió, vivió y murió.
M. Blanchot (La escritura del desastre)

Escritor sui generis si los hay, pensador de la experiencia de los límites, de paradojas extremas, del Afuera, Maurice Blanchot (1907-2003) rehusó ocupar el lugar de "figura intelectual" que parecía tener predestinado. Hermano mayor de Balthus, amigo de Bataille y Klossowski, Derrida y Levinas adoptó, desde mediados del siglo XX, un estilo de vida eremita que lo alejó de los reflectores de la vida cultural francesa. Aun si desde la década de los cuarenta publicaba con prolijidad, sus apariciones en público serían escasas, no concedía entrevistas, y las fotos que de él conocemos -más allá de su carácter desvaído, desustanciado incluso, de un cierto aire espectral- se cuentan con los dedos de una mano. Se diría que fue alguien tentado permanentemente por una pulsión de desaparición. En todo caso, fue alguien que al renunciar a los avatares y las modas de los ismos de su época llegó a sustraerse a la vicisitud del espectáculo y a la lógica de su contemporaneidad.
Estuvo cerca de convertirse en un escritor sin rostro, un escritor cuyo único espejo sería su propia escritura. Acometió la novela (de especial cuño) y el relato corto, el ensayo crítico y la escritura fragmentaria. Sus textos de crítica devienen, por obra y gracia de agudeza y estilo, piezas de creación literaria, mientras que sus relatos lindan con la prosa subjetiva en la tradición ensayística. Una estética de la fragmentación, el aislamiento y el silencio acompañó sus reflexiones sobre la pérdida de identidad, los límites del pensamiento y la palabra y la posibilidad de expresión, en la muy tensa línea que va de lo imposible de la expresión a la expresión de lo imposible. En la estela de Mallarmé, recorrió las preguntas sobre el Libro como totalidad, como analogía del universo, y sobre el modo en que el acto de escribir comienza cuando surge la pregunta: ¿qué es escribir? (Pregunta germen, por cierto, de la literatura llamada posmoderna).
De joven estudió psiquiatría y medicina, carreras que no ejerció, pero en las que sin duda empezaría a interrogar al cuerpo como fuente de signos, a indagar en torno a la muerte, a presentir el ser como insuficiencia. De precaria salud toda su vida (en lo que algunos vieron el por qué de su retiro), no vio impedimento para vivir casi un siglo y -teórico del desobramiento y la ausencia de obra- dejar una obra sin parangón en la literatura; si admitimos que lo que se llama obra en Blanchot no es sino el continuo ejercicio ("Toda mi obra es sólo un ejercicio", decía en El libro que vendrá) de pensar y escribir la imposibilidad de la obra literaria, de escribir desde otro lugar que no sea la íntima exterioridad que funda un habla de escritura: "Escribir: Trazar un círculo en cuyo interior vendría a inscribirse el Afuera de todo círculo".
Para el escritor, decía, la experiencia del habla (parole) de escritura, ese Afuera, es lo que se llama literatura.
Pero Blanchot también exploraría las distancias entre el registro del habla y la escritura a partir de Platón, Wittgenstein, o la poesía de Paul Celan. Al abordar las características de la palabra que -por (a)mor de transferencia- circula en otro ejercicio, otra experiencia de habla (parole) que involucra a la letra, el ensayo que copio ahora: El habla analítica, podría situarse en la senda de estas indagaciones.
Además de testimoniar la lectura blanchotiana de Freud y de Lacan (en especial del "Discurso de Roma"), en el texto se trata, entre otras cosas, del diálogo analítico concebido como una dialéctica singular, donde la palabra y la verdad advienen a partir de una extraña relación de a dos, donde tres se ven comprometidos.

8 ago 2012

Jean Allouch. "Ser lacaniano"

Traduzco un breve texto de Jean Allouch, escrito en respuesta a una solicitud expresa en septiembre de 2010. En él, el autor de Letra por letra da su versión de lo que es "ser lacaniano". 
***
Jean Allouch
¿Qué es, para usted, ser lacaniano hoy?, me pregunta. Pero no, ¡no lo soy! "Lacaniano" no es para nada una característica de mi ser. Ser que, por otra parte, no tolera ninguna determinación de este orden. Tampoco elegí a Jacques Lacan como alguien de quien yo esperara obtener una ética, que me dijera cómo vivir, desear, amar, morir. A pesar de algunos esfuerzos que él pudo hacer en ese sentido, no hice de él mi maestro espiritual. Mi analista, sí.
Por lo tanto hubo, hay más... Porque sí, estoy activo en el seno de una escuela lacaniana (170 miembros a este día), la primera en quererse tal y la única, todavía hoy, en saber y decir por qué. Una escuela (no un grupo, una asociación, un círculo, etc.) no tiene proyecto, política, si no es a partir del reconocimiento de que cierto saber (y sus consecuencias sobre el ejercicio analítico) no recibió el asentimiento de la comunidad a la cual, en primer lugar, estaba destinado. Nos ocupamos entonces de eso, de que ese saber conquiste la aceptación de los espíritus, incluso que oriente las prácticas. Puede resumirse en tres términos: real, simbólico, imaginario. Revisitar el conjunto de los problemas analíticos a partir de esta ternaridad, de eso precisamente se ocupó Lacan. Era desplazar a Freud, donde domina el conflicto un pensamiento "en dos", no "en tres". Era también poner en acto el hecho de que Freud y Lacan no se mezclan más que el agua y el aceite.
Una segunda apuesta prescribe la escuela: la llamada "didáctica". Desde que uno admite que el psicoanalista es una tumba, que no sabría en modo alguno hablar de un análisis a quien fuere salvo interviniendo salvajemente en la transferencia (eso, incluso si dicho análisis está pretendidamente terminado y bajo el pretexto falaz de una sabia comunicación, médica, de hecho, cuando eso no está a la mano), sólo puede ocurrir al analizante levantar acta de su análisis en tanto didáctico. Entonces acoger y, llegado el caso, confirmar ese testimonio sólo es posible en el seno de una escuela. Decirle por qué y cuáles condiciones se requieren, eso no se puede en unas cuantas palabras.
Ser lacaniano hoy es no descuidar o no maltratar el pasaje de analizante a analista; es instaurar una relación crítica con la enseñanza de Jacques Lacan tal que ninguno de sus planteamientos sea recibido como si fuera de suyo porque viene de él; es, en fin, así lo manifiestan las dos primeras características, no ser lacaniano sino hallar un punto de exterioridad respecto al camino abierto por Lacan, tal que ese camino sea recibido como el menos impropio para acoger eso que aún no puede sino llamarse locura.

Traducción: Gabriel Meraz-Arriola

El texto original en francés aquí

5 ago 2012

¿Pero entonces dónde está Ornicar?


Aparecida en enero de 1975, la revista Ornicar? fue una publicación periódica del Champ Freudien (término que, además de un proyecto editorial de Lacan, designaba el campo inventado por él para situar su práctica, su escuela y su enseñanza). De esta suerte, dirigida al inicio por Jacques-Alain Miller, la revista quedó ligada en su origen tanto a la Escuela Freudiana de París como al departamento de enseñanza del psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, más tarde lo estaría a la Cause Freudienne. Además de lecciones de los seminarios de Lacan, establecidas contemporáneamente por su yerno y que no han vuelto a ver la luz , la revista publicó una ingente cantidad de artículos; algunos que -en la medida en que se habla de ellos por doquier pero escasea quien los ha leído- bien merecen la etiqueta de "clásicos". Y es que hasta hace poco la revista era de escasa circulación.  
Ornicar?, palabra que (de no leer psicoanálisis lacaniano) al hablante nativo del castellano no le dice nada, evoca al escolar francés una mnemotecnia asociada al aprendizaje de las conjunciones de "su" lengua -así la palabra no está en el diccionario pero está en lalengua-: mais, ou, donc, et, or, ni, car, homofonía de mais où donc est ornicar? ¿Pero entonces dónde está ornicar? 
El post se debe a que ahora la revista Ornicar? está -en su lengua original y no-toda, aclaro- en la red. 
Y puede descargarse aquí.