15 abr 2013

El nudo borromeo de Calvino a Lacan

En 1901, una vuelta al mundo duraría 33 días.
Julio Verne

En Colección de Arena, delicioso libro a caballo entre la crónica y el diario de viaje (donde se mezcla la reseña de obras, exposiciones insólitas con el inventario de cosas extraordinarias vistas y oídas por aquí y por allá), el escritor italiano Italo Calvino ofrece el breve texto "Dígalo con nudos", reseña de la exposición "Nudos y ataduras" que tuvo lugar en Paris en 1983. De los mensajes de paz y de guerra cifrados en los árboles de la Nueva Caledonia a los nudos dibujados en el aire por los monjes budistas, pasando por los quipus incas y una trenza llamada "Origen-del-verbo" (sin dejar de lado el arte contemporáneo), el escritor nos recuerda que desde tiempos casi inmemoriales los nudos han constituido una expresión humana en la que lenguaje y escritura se hermanan del modo más primordial; pues los nudos -dice- eran un instrumento que permitía fijar textos por escrito incluso antes de que advinieran otras formas de escritura. Pero cito en extenso el párrafo final de "Dígalo con nudos":
En el catálogo de la exposición, organizada por Gilberto Lascault, se presenta también un ensayo-relato de un matemático, Pierre Rosenstiehl. Porque los nudos, como configuraciones lineales de tres dimensiones, son el objeto de una teoría matemática. Entre los problemas que plantean están los del «nudo borromeo» (tres anillas enlazadas de las cuales sólo la tercera sujeta las otras dos). El «nudo borromeo» ha sido muy importante también para Jacques Lacan: véase, en el Seminario XX, el capítulo «Anillas de cuerda».
Nunca me atrevería a tratar de definir con mis palabras la relación del nudo borromeo con el inconsciente según Lacan; pero me aventuraré a formular la idea geométrico-espacial que de él he conseguido hacerme: el espacio tridimensional tiene en realidad seis dimensiones porque todo cambia según que una dimensión pase por encima o por debajo de la otra, o a izquierda o a derecha de la otra, como en un nudo.
Esto se debe a que en los nudos la intersección de dos curvas no es nunca un punto abstracto, sino aquel en el cual se desliza o gira o se enlaza la punta de una soga, cuerda, cable, hilo, cordel o cordón, por encima, por debajo o en torno a sí mismo o a otro elemento similar, como resultado de los gestos bien precisos de un gran número de oficios, del marinero al cirujano, del remendón al acróbata, del alpinista a la costurera [...] , del pescador al embalador, del carnicero al cestero, del fabricante de alfombras al afinador de pianos, del acampador al que hace asientos de paja, del leñador a la encajera, del encuadernador de libros al fabricante de raquetas, del verdugo al ensartador de collares... El arte de hacer nudos, culminación de la abstracción mental y de la manualidad a un tiempo, podría ser considerado la característica humana por excelencia, tanto como el lenguaje o más aún...
No sería errado añadir a la lista de oficios de Calvino el oficio de analista, al menos el de analista lacaniano. Es que por más que diga no aventurarse en las elaboraciones de Lacan, parte de lo dicho por el escritor resuena cerca de algunos planteamientos que aquél hiciera en la primera lección del seminario Les non dupes-errent; es decir, apenas unas semanas después de presentar el borromeo en la penúltima lección del llamado seminario XX (Encore). El 13 de noviembre de 1973, después de asociar por primera vez en su enseñanza los tres célebres redondeles al ternario RSI -las tres dimensiones (escritas dit-mansion=residencia del dicho) que "si el inconsciente existe" habita el ser hablante-, Lacan insiste en que el espacio que impone la estructura nodal debe ser pensado de un modo no cartesiano, pues "se trata de un espacio cuyos puntos se determinan muy de otra manera". Y entonces habla del calce del nudo, calce que vendría a determinar un punto, dice Lacan: "El calce se escribe algo así como que si ustedes tiran en alguna parte de uno cualquiera de esos redondeles de hilo, verán que hay un punto, un punto que está en alguna parte allí donde los tres se calzan (...) hacen falta tres para determinar un punto". Y, como decía Calvino, no se trata de un punto abstracto; podemos escribirlo así:



La lúcida intuición del escritor también da en un clavo que el psicoanalista usó para colgar el borromeo en el frontispicio de su enseñanza: la orientación. En la misma lección del seminario Les non dupes... Lacan observa que no existe una única manera de hacer el nudo, y señala la diferencia existente entre el nudo levógiro (orientado a la izquierda) y el nudo dextrógiro (orientado a la derecha), así como las diferentes series de ordenamiento a las que dan lugar. Si asignamos una letra a cada redondel (R, S, I), siguiendo la ley factorial (1 x 2 x 3) obtendríamos seis órdenes posibles:

ISR
RIS
SRI
RSI
SIR
IRS

seis series que corresponden a las dos orientaciones del nudo. Lacan no las escribe en esa ocasión, pero coloreando los redondeles se obtienen escrituras así:






Ese día, Lacan dice que -en la medida que el discurso analítico "realiza lo simbólico del imaginario"- el nudo del psicoanálisis es levógiro: RSI.
Entonces, para que el nudo esté bien realizado son necesarias tres condiciones:

1) Que el Imaginario pase por encima del Real en dos puntos. I>R
2) Que el Simbólico pase por encima del Imaginario en dos puntos. S>I
3) Que el Real pase por encima del Simbólico en dos puntos. R>S

Si se considera que con la hechura del nudo para Lacan se trata del análisis como tal, un error (él les llamó lapsus) en cualquiera de los cruces no sería sin consecuencia para la clínica analítica. En seminarios posteriores (RSI, El Sinthome, El momento de concluir), Lacan abordaría -y padecería, todo hay que decirlo- los problemas doctrinarios fruto de los efectos que a su enseñanza tardía arrojarían cuestiones como la orientación y el coloreado del nudo (además de la odisea borromeana en la que lo embarcará añadir un cuarto redondel). Pero de eso no hablaremos ahora. Sigamos con el seminario Les non dupes errent... Unas semanas más tarde, el 18 de diciembre, aparece en escena una trenza borromea: "¿Qué es una trenza?", pregunta Lacan, y de inmediato responde que es algo que sin duda mantiene relaciones con el tres. Luego indica el procedimiento para formar la trenza borromea de tres cuerdas:


Si en el primer cruce la cuerda 2 pasa por debajo de la 1, el nuevo ordenamiento quedaría: 2, 1, 3. Para que el trenzado sea correcto los cruces deben seguir esta regla: si en el primer cruce se hace pasar una cuerda por debajo de otra (2 debajo de 1), en el siguiente cruce esa misma cuerda tendrá que pasar por encima de aquella con la que se cruzará inmediatamente después (2 por encima de 3). Como cuando se trenza -Lacan no se priva de esta analogía- el cabello de una mujer. Después de tres cruces tendríamos un orden inverso al del inicio: 3,2,1. Si en este momento de la construcción de la trenza unimos las cuerdas por sus extremos, ¿obtendríamos un nudo borromeo? La respuesta es no. Si se hace correctamente, después de tres maniobras con la trenza lo que obtenemos es una cadena olímpica; es decir,  tres aros encadenados de una manera no borromeana.


Para obtener el nudo borromeo a partir de la trenza es preciso realizar al menos seis maniobras o cruzamientos (o 12, pero ir de 6 en 6), con lo cual volveríamos al ordenamiento inicial: 1,2,3. Si tomamos en cuenta las categorías del ternario, la trenza borromeana quedaría escrita así:

A decir de Lacan (seminario L'insu...), la trenza está en el principio del nudo borromeo. Nótese que los cruces cumplen las condiciones antes mencionadas para la realización del nudo. Lacan no deja de observar que, en tanto vuelve al punto de inicio, el trayecto que sigue la construcción de la trenza tiene algo de moebiano. Pero lo importante es que -por razones de estructura- el recorrido implica al menos seis maniobras, seis "gestos bien precisos" (que diría Calvino) a la hora de tejerla. Lacan se habría referido a algo así al decír que, para no errar, el analista tiene que pegarse a la estructura. "Sean incautos de la estructura" -decía- "no errarán". Es por eso que -como indicaba el título del seminario- los no incautos yerran (Les non dupes errent).
Más tarde vendrá la odisea del cuarto lazo, así como el despliegue de la relación del ternario con el nudo en el seminario RSI; donde Lacan anunciaba hacia el final que el siguiente curso llevaría por título 4,5,6...  Sin embargo, eso no ocurrió porque -como se recordará- Lacan se cruzó con la obra de James Joyce y -como podrá imaginarse- su nave viró arrastrada por la caudalosa corriente del río joyceano (Riverrun....) hacia las playas (en ese entonces algo despobladas y bastante rocosas) del Sinthome.
Hay quien dice que el psicoanalista no salió de esa aventura sin un naufragio de por medio, después del cual su ternario quedaría irreparablemente partido en la región del simbólico. Pero esas ya son otras historias...

Lacan pedalea el nudo borromeo de 4 consistencias

El texto de Italo Calvino se puede leer completo aquí.

1 comentario:

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
ecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


COMPARTIENDO ILUSION
GABRIEL MERAZ-ARRIOLA



CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...




ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE EXCALIBUR, DJANGO, MASTER AND COMMANDER, LEYENDAS DE PASIÓN, BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC…

José
Ramón...