Paul Valéry. Tel quel
Hace tiempo que tenía ganas de leer este libro de Pierre Bayard. Al igual que él, una época dí cursos sobre literatura y, al igual que a él, dicha actividad me puso en la situación de tener que hablar de libros que no había leído. En eso yo me parecía a mis alumnos, y mis alumnos se parecían a los alumnos de Bayard. Lo cierto es que todos -o al menos "todos los que leemos libros", como decía de Quincey al inicio de una obra célebre que no acabé de leer- alguna vez nos hemos visto en la necesidad de pronunciarnos acerca de libros que no hemos leído.
Pero es que entre haber leído o no un libro no hay tanto dos polos opuestos como una vasta gradación de experiencias, que van de una no-lectura radical (no abrir el libro) a formas diversas de lectura que -de acuerdo con la propuesta de Bayard- terminarían siendo, más bien, formas de no-lectura. Más que un manual del tipo cómo desenvolverse en sociedad y dárselas de esnob, o cómo seducir mujeres cultas, más que una incitación a la impostura o una invitación a la haraganería, el libro de Bayard ofrece una lúcida y sugerente teoría de la lectura, que invita a verla como una experiencia de no-lectura o deslectura. (No olvidemos que corren tiempos de no leer y este libro, desde el titulo, no está desprovisto de ironía.)
Partamos de un conjunto de hechos evidentes: 1) así dedicáramos la vida entera a la lectura, el número de libros no leídos será infinitamente mayor al de los libros que podremos leer; 2) no se requiere leer un libro de principio a fin (a veces ni siquiera abrirlo) para poder tener una apreciación del contenido; y 3) gran parte de lo que leemos, casi todo, cae en el olvido apenas pasamos la página.
De hechos tan notorios como éstos, Bayard desprende otros que acaso no lo son en primera instancia: 1) un libro no es un objeto fijo e inerte sino uno vivo y móvil, que tiende a variar y a transformarse frente a los ojos de cada lector. 2) Para hablar de un libro es necesario (e inevitable) poner algo de uno mismo y mantener una cierta distancia del libro del cual pretendemos hablar. 3) Si buena parte de lo leído es sepultado en las aguas del Leteo, para fines de comentario no hay gran diferencia entre un libro leído y olvidado y uno que jamás hemos abierto.
Subyace a todo esto una concepción de la lectura como pérdida. Escribe Bayard:
"El hecho de que los libros no estén vinculados al conocimiento sino también a la pérdida de memoria, incluso a la pérdida de identidad, es un elemento que debe tenerse presente en toda reflexión acerca de la lectura (...) Leer no es sólo informarse, también -y quizás ante todo- es olvidar, y significa por tanto enfrentarse a lo que en nosotros es olvido de nosotros mismos".Ya Platón, en su carta séptima (que leí pero no recuerdo), veía en la escritura la causa de un deleznable olvido; si para el divino filósofo "conocer es recordar", leer no sería entonces sino olvidar lo que sabemos: el signo escrito es una falsa memoria, además de ser exterior. Así también para Bayard, antes de vincularse al conocimiento, la lectura es el lugar de una pérdida y una evanescencia, el epicentro de un desconocimiento.
Es el bibliotecario de "El hombre sin atributos", la novela de Musil (un personaje que, pese a su profesión, sólo conoce el título de los libros que resguarda, un bibliotecario que no lee) quien brinda el ejemplo de un no-lector radical que, con todo, sabe orientarse perfectamente en el no muy orientable mundo de las bibliotecas, sabedor de que los libros se relacionan entre sí, además de por su contenido, por sus pastas y solapas, y especialmente por el lomo de sus títulos. Es decir que, en la medida en que todo libro está unido a otros libros, lo importante es saber discernir -y construir- el contexto al que en la experiencia de cada uno quedará ligada tal o cual lectura, lo que equivale a edificar, según las categorías de Bayard, una suerte de "biblioteca interior" a partir de una "biblioteca colectiva".
Con la figura de Paul Valéry, que aunque tenía la cara de un erudito ratón de biblioteca era más bien un empedernido no-lector, Bayard ilustra otra manera de (no) leer: la hojeada. De acuerdo con el autor de El cementerio marino, para avanzar en el tupido bosque de las letras sin perderse ni sucumbir al fárrago que constituyen los demasiados libros, es preciso no dejar de ver que la esencia de la literatura (o lo que él entendía por eso) jamás será contenida en un solo libro (aquí es donde Valéry dice no al ideal mallarmeano de "El Libro"), no podría ser aprehendida sin una visión de conjunto que nos permitiera andar bien orientados en el babélico universo de una biblioteca infinita. De Montaigne a Oscar Wilde, de Balzac a David Lodge, pasando por Natsume Sôseki y Umberto Eco, entre autores cuyas obras Bayard presume haber hojeado o desconocer, se van desgranando las claves de una teoría de la lectura que es una invitación a ver en ella un ejercicio de invención, un acto de creación y de encuentro con uno mismo, en suma, a ver la lectura como una no-lectura.
Si quisiera verse en el libro de Bayard una diatriba ésta sería contra el lector pasivo. Sí como decía Lichtenberg, hay gente que lee para no tener que pensar, se trata de hacerlo con algo de inventiva. Así, inventamos lo que leemos y lo que creemos inventar ya lo hemos leído. En este sentido, toda biblioteca es una potencial máquina-de-hacer-ficción. El libro de Bayard busca también aligerar al presunto lector del aplastante peso de la "cultura", así como librarlo de las inhibiciones que resultan de no haber leído (o de haber leído de más, según sea el caso) las obras que dictan los cánones que hay que leer. En un mundo donde se lee tan poco pero se vive bajo la consigna de que "hay que leer", la lectura de un libro como éste resulta una emulsión tonificante.
Si bien la palabra psicoanálisis aparece hasta el final (y es que, contradiciendo el espíritu del post, debo confesar que he leído el libro de Bayard hasta la última línea, porque me ha encantado), la teoría de la lectura que encierra este ensayo está vinculada a la experiencia analítica. Entre más cosas, Bayard sugiere que el sujeto de la lectura no es unitario, está poblado por una polifonía de voces y fragmentado, escindido por una serie de olvidos; añade también que cada lectura nos lleva a relacionarnos -antes que con un libro "real"- con un "libro interior", que funciona como un "libro-pantalla" (en el sentido en que Freud habló de los "recuerdos-pantalla") que nos aleja del libro objetivo. De la misma suerte, en el momento en el que escribo esto me distancio de ese libro cuyo título promete decirnos cómo hablar de los libros que no hemos leído, y proyecto sobre una blanca superficie (la pantalla de blogger) los rasgos del "libro pantalla" que me he construido como un lenitivo al olvido resultante de mi experiencia al haber leído el libro de Bayard. Es que podríamos decir, ya en la vena de este autor, que todo libro existe apenas como un objeto fantasma en la biblioteca íntima que a lo largo de una vida va habitando cada lector.
Ahora que doy cursos de topología la cantidad de libros de los que debo hablar se ha reducido muchísimo. Sin embargo, hace años que si alguien pregunta frente a los estantes de mi biblioteca: ¿has leído todos estos libros?, no he encontrado una mejor salida que decirle: la gente que no lee piensa que todos los libros son para leerse. Me parece la respuesta de un lector-no-lector a la pregunta de un evidente-no-lector. En todo caso, es una respuesta cuya pertinencia me ha venido a confirmar este ensayo-ficción de Pierre Bayard.
Aquí se puede leer una entrevista donde el autor comenta la recepción de su libro.
P. Bayard, Cómo hablar de los libros que no se han leído, Anagrama, Col. Compactos, Barcelona, 2011, 195 pp.
1 comentario:
Super interesante!!!!!!!!!!!!
¿estará ese libro en Chile?
Yo también tengo libros que no he leído y sin embargo hablo de ellos como si los hubiera leído.
Te invito a visitar mi blog:
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se llama SALUD MENTAL.
iGNACIO vEGA
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