La melancolía anda de capa caída. Hoy casi nadie habla de ella (so pena de usar un lenguaje afectado) y sus símbolos seglares tienden a ocultarse en los engañosos vapores de la "depresión". La melancolía padece una suerte de decadencia que me hace sentir melancólico. Melancolía de la melancolía, eso tengo. (Pero no sería melancolía si supiera bien a bien por qué o de qué de ella). Para aliviarla, me he puesto a escribir esta entrada sobre Robert Burton.
La elegancia de su estilo -de franco tono subjetivo- y su vasta erudición le ganaron el mote de "Montaigne inglés", pero él prefirió llamarse -en honor al filósofo emblema de la locura melancólica- "Demócrito Junior", pseudónimo con el cual públicó la obra que le dio posteridad.
Nacido en la ciudad de Lindley Inglaterra, en 1577, Burton dedicó su vida a una única tarea: curar su pertinaz melancolía. Con ese objetivo se dedicó a estudiar a fondo este mal que, en sus tiempos, gozaba de cierto prestigio. (Por extraño que parezca, podría incluso decirse que estaba en boga, que el semblante melancólico tenía el estatuto de un signo de distinción. Basta recordar el teatro de Shakespeare -Hamlet en primer término- o la música de Jenkins y las canciones de
Dowland para darse una idea del puesto central que, al menos en el terreno del arte, tenía la melancolía en la Inglaterra barroca). En 1621, Burton publicó por primera
vez The Anatomy of Melancholy, what it is. With all the Kinds Causes, Symptomes, Prognostiches and Several Causes of it. La obra constituía una auténtica
summa de conocimientos recogidos a lo largo de los siglos sobre la melancolía, mal que los griegos habían conocido como efecto de la bilis negra (
melaina kohlé). Burton, sin embargo, se distinguió de los estudiosos que le precedieron -eso decía él- en el hecho de que él mismo fue víctima del padecimiento que investigaba: "Ellos adquieron su saber en libros, y yo en la enfermedad (...) Lo que los demás han leído u oído, yo lo he sufrido y practicado por mí mismo".
Más que un remedio homeopático, estudiar la melancolía para librarse de ella parece un método de inspiración estoica. A través de las más de mil páginas del libro (construido en segmentos, como una auténtica anatomía) contempla, entre otras más, la locura, el frenesí místico, la licantropía, la hidrofobia, el amor y la influencia de Dios, los planetas y los alimentos como posibles causas de la posición melancólica.
Un grabado hecho para la tercera edición, de 1628, muestra el retrato de Burton debajo del título y de la imagen de su predecesor, Demócrito de Abdera, figuras de las formas que asume la melancolía (el enamorado, el hipocondríaco, el maníaco o
superstitiosus, el monje que reza el rosario), así como dos causas del temperamento melancólico (la
zelotypia o envidia y la soledad) y dos antídotos (borraja y eléboro). Además de sangrías y purgaciones, Burton recomendaba contra el saturnismo la pócima que él mismo experimentó: los buenos libros. Pero lo cierto es que, en el suyo, Burton no atinó a concluir si el estudio era remedio o más bien causa de la melancolía.
A fin de cuentas un lector, lo mismo que un melancólico, es alguien que vive -transitoria o permanentemente- exiliado del mundo. (De nuevo
Hamlet).
Bajo riesgo de suscitar algún spleen, ofrezco a continuación unos fragmentos de la Anatomía de la melancolía:
Definición y naturaleza de la melancolía
La melancolía ha recibido tal nombre de la causa material de la enfermedad que, como observa Bruel, es Melankolia, muy semejante a Melaina Kolh, o sea bilis negra. Si se trata efectivamente de una causa o un efecto, de una enfermedad o de un síntoma, es cosa que discuten Donato Altomare y Salviano, A sus opiniones respectivas remito al lector, pues yo no deseo tomar parte en la discusión (...).
(...) Según la definición corriente, es una especie de debilidad mental y delirio sin fiebre, acompañada de temor y tristeza sin causa aparente.. (...) los caracteres que la distinguen de la demencia son: el temor y la tristeza, y lo que la diferencia de otras afecciones comunes en que también existen el miedo y la aflicción, es que éstos aparecen sin causa (...) El temor y la tristeza son los verdaderos y constantes caracteres de la mayoría de los melancólicos, pero no de todos (...). Algunos melancólicos se distinguen por su buen talante, otros por su atrevimiento, y los hay que no manifiestan ninguna forma de temor o pesadumbre.
Hallo bastante diferencia de opiniones entre los tratadistas en lo referente a la principal parte del organismo que es afectada por la enfermedad que nos ocupa: ya el cerebro, ya el corazón u otros órganos (...). Dado que se trata de una clase de debilidad mental, debe necesariamente afectar el cerebro, pero no radicar en los ventrículos ni en alguna obstrucción de los mismos, ya que entonces coincidiría con la apoplejía o la epilepsia (...). Pero dado que esta enfermedad es causada ante todo por la imaginación, es necesariamente el cerebro el órgano más afectado en primer término y, en segundo lugar, el corazón (...).
(...) Así como los climas excesivamente frios o cálidos tienen un influencia directa en la vida del hombre, así también la melancolía de los padres influye en el caracter de los hijos (...). Es un mal propio de ambos sexos, aunque más frecuente en los hombres. En la mujer causa, sin embargo, trastornos mucho más violentos y graves. De las estaciones del año, es el otoño el más propicio a la melancolía. En cuanto a las edades, es la vejez la que casi siempre tiene a la melancolía natural por inseparable compañera y accidente. Pero la melancolía que llamaremos adquirida, para diferenciarla de la natural, es más frecuente hacia los cuarenta años, según suponen muchos (...).
(...) La melancolía puede ser el resultado de una predisposición orgánica o de un hábito. En el primer caso tiene caracter pasajero y se manifiesta cuando el individuo que la sufre experimenta tristeza, inquietud, temor, pesadumbre; cuando es víctima de alguna pasión o en el caso de perturbaciones mentales, descontento o cualquier sensasción que sea causa de angustia, torpeza, lanquidez, irritación, etc. Hablando en términos negativos, es todo lo contrario de la dicha o satisfacción, de la alegría y del deleite, Me refiero, en suma, a sentimientos que causan disgusto o adversión y lo que llamamos mal genio.
Erróneamente y en sentido impropio solemos dar el nombre de melancolía a la tristeza, al mal humor o, simplemente a la cachaza. Hemos dicho que la melancolía se manifiesta en la tristeza, pero no por ello se ha de confundir aquella con ésta. De tales predisposiciones a la melancolía nadie está libre en absoluto, ni aún el estoico, el sabio, el dichoso, el sufrido, el piadoso o el representante de Dios. Todos llegan a sentir estos malestares, en mayor o menor grado, durante periodos mas o menos largos. Si diéramos al concepto en cuestión tal significado, deberiamos llegar a la conclusión que la melancolía es el carácter inalienable de todo mortal.
Formas de la melancolía
(...) la más admitida es la división en tres clases. La primera es causada sólo por trastornos cerebrales y recibe el nombre de melancolía mental. La segunda, relacionada con el gran simpático, se origina de todo el cuerpo y ocurre cuando el temperamento es exclusivamente melancólico. La tercera tiene su principio en los intestinos, el hígado, el bazo o el mesenterio y es la llamada melancolía hipocondriaca o ventosa (...). Confieso que es asunto difícil distinguir una de otra las tres especies precitadas y establecer sus distintas causas, síntomas y remedios (...). Con las especies de melancolía ocurre lo que con las formas de gobierno, como la república, la monarquía, la aristocracia, la democracia, que teóricamente son puras y distintas pero en la práctica aparecen combinadas.
(...) Otra causa interna e innata de la melancolía la representa el temperamento que cada cual hereda, íntegra o parcialmente, de sus padres (...). Lo más extraño es que en algunas familias la melancolía no se trasmite directamente de padres a hijos sino con solución de continuidad (del abuelo al nieto), y no siempre se reproduce la misma enfermedad sino una semejante (saepe noneundem, sed similem producit effectum) (...) (...) Después de haber expuesto las causas secundarias y congénitas de la melancolía, debo tratar de las externas y adventicias, independientes del nacimiento por ser posteriores al mismo. Estas causas han sido divididas en necesarias y contingentes. Las necesarias -que no podemos evitar y que dañan el organismo por razones de uso o abuso- son las seis cosas contrarias a la naturaleza de que hablan los médicos con tanta frecuencia y a la vez las causas principales de la enfermedad que nos interesa (...). Las seis cosas en que pouede pecarse contra la naturaleza son: la alimentación, la retención y la evacuación, el aire, el ejercicio, el sueño y la vigilia y las perturbaciones de la mente (...).
(...) Pariente cercano (o más bien hermano) de la aflicción es el miedo, que suele acompañarla o bien ser la causa principal de la melancolía: es asimismo causa y síntoma a la vez (...). El miedo traba la voz y embota la memoria (...). A muchas personas el miedo les impide realizar las tareas o iniciativas mas dignas y, debido a la misma causa, sienten dolor, tristeza y opresión del corazón (...). El que vive atemorizado no es dueño de sus actos y no conoce la alegría; de ahí su indecisión y su continua sensación de angustia (...). El miedo que sienten muchos es causado por la visión anticipada de hechos futuros referentes al propio destino (...). La vergüenza y el infortunio causan igualmente pasiones violentas y cruel tormento (...).
Otras causas de las melancolía son: la vejez, el factor hereditario, la retención y evacuación anormales de los humores del cuerpo (la amenorrea en la mujer), la supresión o abuso de la función sexual, el sueño antihigiénico, el insomnio, la envidia, la malicia, el odio, la rivalidad, la ira, los disgustos, los deseos inmoderados, como la ambición y la codicia; la pasión del juego y de las diversiones sin medida, la egolatría, la vanagloria, el ansia de fama y honores, el orgullo, la alegía excesiva, el estudio convertido en pasión absorbente. Tales son las causas necesarias. Otras deben considerarse contingentes y accidentales: la educación deficiente, la aprensión originada por objetos terroríficos vistos o referidos por otros; el escarnio y la calumnia en cuanto amargan a sus víctimas: la esclavitud y la servidumbre; la pobreza y las privaciones; las desgracias de familia (...).
Síntomas de la melancolía
(...) por razones de método y en forma esquemática, podemos agrupar todos los síntomas en dos clases: corporales y mentales (...). Tales enfermos son generalmente de carácter hosco, de aspecto tétrico y poco agradable, a causa de sus temores, pesares, torpeza y lasitud. Demuestran ineptitud en la realización de cualquier tarea o en el ejercicio de alguna profesión. Sin embargo, su memoria es buena por lo común; suelen tener agudo ingenio y gran perspicacia. La naturaleza cálida y seca de su cerebro explica que el sueño sea anormal y pasen muchas noches en vela, a veces durante un mes y no raramente todo el año (...). Su pulso es lento, excepto el de las carótidas, que es muy violento, aunque varía según la intensidad de sus afectaciones o perturbaciones (...) a decir verdad, tratándose de la melancolía y de las enfermedades crónicas en general, no cabe conceder gran importancia al pulso (...). Otros síntomas son la dificultad respiratoria y el exceso de secreción gástrica. Si el corazón, el cerebro, el hígado y el bazo están afectados, como es lo común, se originan muchas afecciones y malestares, pesadillas, epilepsia, mareos, insomnio, accesos súbitos de risa o llanto, sollozos y suspiros, rubor, sentimiento de timidez y vergüenza, etc. (...). En cuanto a síntomas mentales (...) llegan a imaginarse, por ejemplo, que están hechos de vidrio y temen que alguien se acerque y pueda quebrar su nueva materia corpórea; o se han convertido en corcho y su peso va disminuyendo hasta hacerse livianos como plumas (...). Algunos se horrorizan ante el pensamiento de que su cabeza se separará del tronco y caerá sobre sus hombros (...) los hay que sienten la obsesión de que se les crían ranas en el vientre (...). El melancólico medroso asegurará que nadie sufre tanto como él o que no hay afección tan grave como la suya (...). Sienten disgusto de todas las cosas y un tedio invencible, el toedium vitae de los latinos, pues el vivir les causa fastidio y conciben ideas de violencia contra su propia integridad corporal.
Curación de la melancolía
(...) Aunque la melancolía crónica es difícil de curar, muchas veces puede aliviársela aun cuando se presente con intensidad y violencia. Es preciso, pues, no desesperar y tener mucha constancia (...). Creo que los remedios, métodos y sistemas curativos pueden reducirse a tres clases: la dietética o alimentación, los medicamentos terapéuticos y la cirugía
(De: ANATOMÍA DE LA MELANCOLÍA, Espasa-Calpe, col. Austral, 1947)