En una doble maniobra, Freud disolvió la Sociedad Psicológica de los Miércoles para fundar la Sociedad Psicoanalítica de Viena. La primera, como se sabe, era el "grupito" que hacían los primeros partidarios del psicoanálisis. La costumbre de reunirse la noche de los miércoles, en la sala de espera del consultorio de Freud, dio nombre coloquial a una sociedad que, si bien por su proceder no alcanzaba a ser una "institución", constituía el germen, por así decir, de las agrupaciones analíticas. Freud la formó en 1902 por iniciativa de Stekel, un médico que experimentó beneficios al someterse a un análisis con él. Adler fue de los primeros en sumarse y poco después llegaron Federn, Sadger y Graff, entre otros más.
A cinco años de existencia la Sociedad contaba más de veinte miembros, y Freud juzgó propicio refundarla, maniobra que le permitiría a su vez, eso pensaba, solventar los conflictos más o menos incipientes que se venían gestando en su cofradía de media semana (una "fraternidad", según el recuerdo de Graff).
En carta firmada en Roma el 22 de septiembre de 1907, Freud se dirigía a los de su círculo para anunciar la fundación de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Anotaba que, para formar parte de la nueva asociación, sólo era necesario manifestar su deseo de pertenencia con una breve nota dirigida al secretario (Rank). "(...) La disolución de la Sociedad y su posterior reorganización -les decía Freud- tiene el propósito de devolver a cada uno su libertad de separarse de la Sociedad sin perjudicar con ello sus relaciones con las demás personas de la misma". (*)
Con su gesto, Freud dejaba en claro que el lazo entre analistas puede sucumbir, como todo vínculo humano, a la pérdida de interés y el deterioro, pero también que el lazo del psicoanalista con la sociedad que integra en modo alguno es vitalicio; para hacerlo vigente, parecía decirles Freud, era preciso refrendarlo mediante el deseo.
Hacia el final de su carta, Freud sugería que el mismo procedimiento se repitiera a razón de cada tres años. Sin embargo, tal renovación del lazo analítico con la Sociedad y sus miembros nunca se repitió. Tres años después tuvo lugar la fundación de la IPA (por sus siglas en inglés, lengua oficial desde 1936).
En la primavera de 1910, Freud encomendó a Sándor Férenczi (con quien había iniciado amistad dos años antes) la tarea de proponer en el Congreso de Nuremberg la formación de una Asociación Internacional que agrupara en su seno a los sociedades analíticas ya existentes (Viena, Zürich). Según confiesa en su "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" (1914), Freud temía en la ascendente popularidad del psicoanálisis tergiversaciones y abusos; por ende, veía necesario localizar un centro desde el cual pudiera emitirse una declaración de este tipo: (Freud dixit) "El análisis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoanálisis" (o sea, la función de regular y legitimar la doctrina), que dispensara una adecuada formación a los candidatos que desearan convertirse en analistas (o sea, dar garantías a la praxis analítica) y last but not least, que se encargara de crear un clima propicio para el "intercambio amistoso y para un apoyo recíproco" entre los adeptos del psicoanálisis (o sea, el objetivo que nunca cumplió). En el precitado escrito, Freud decía que era esperar más de lo que podía obtenerse.
Fritz Wittels, el primer biógrafo de Freud, aseguraba que lo ocurrido en Nuremberg fue una maniobra política pactada por el maestro con Ferenczi y Jung, en su viaje de vuelta de Estados Unidos (otoño de 1909) luego de haber constatado la distorsión que sufría el psicoanálisis en los países lejanos al epicentro del "movimiento analítico". Si, como se ha repetido tantas veces, creían los viajantes que llevaban la peste, cabe preguntarse si volvían contagiados. (¿De qué? En su exilio neoyorquino, Theodor Reik estaba convencido de que "algo en el aire" de ese país afectaba gravemente al psicoanálisis.)
El Congreso de Nuremberg tuvo lugar el 30 y 31 de marzo de 1910. Ferenczi presentó su discurso el primer día, y causó tal revuelo -en especial en el "grupo vienés"- que la votación se aplazó para el día siguiente. Se sugería a Carl Jung como presidente vitalicio de la Asociación a fundar, cuya investidura, además, en calidad de director editorial, quedaba provista de un poder de censura inédito: cada trabajo tendría que recibir su aprobación antes de ver la imprenta. Franz Riklin, otro psiquiatra suizo pariente suyo, sería el secretario.
Freud quería desplazar el núcleo del "movimiento analítico" de Viena a Zürich, donde un centro universitario acababa de abrir sus puertas al psicoanálisis (eso lo consiguió). Quería dejar de ocupar el primer plano, al considerar que su persona condensaba toda la mezcla de amor y odio que un padre despierta en sus hijos (eso lo consiguió a medias, además erró su elección y le salió muy caro: Wittels cuenta que ya en Nuremberg algunos suizos alborotaban por el supuesto "pansexualismo" del análisis). Y quería despachar con su acción algunas diferencias con el grupo de Viena, señaladamente Adler y Stekel, quienes, como era de esperarse, se opusieron resueltamente a la propuesta de Ferenczi. Veamos cómo lo hizo.
Después de la primera jornada del Congreso, por la tarde, los de Viena decidieron reunirse en una de las salas del Gran Hotel de Nuremberg para discutir la -a sus ojos inaudita- situación. De pronto, sin estar invitado, llegó Freud a la reunión. Según Wittels nunca le habían visto en tal estado de excitación y les dirigió estas palabras: "Son casi todos judíos y, por consecuencia, no aptos para conquistar amigos para la nueva doctrina. Es necesario que los judíos se resignen a ser el estercolero de la civilización. Es necesario que me relacione con la ciencia; estoy viejo, y estoy cansado de ser perseguido. Todos estamos en peligro". Casi arrancándose el abrigo continuó: "No quieren dejarme ni un abrigo para cuidarme las espaldas. El suizo nos salvará, me salvará a mí, y también a todos ustedes". (**)
Los vieneses no quedaron convencidos de las justificaciones de Freud, pero al final recularon y -previo acuerdo de que Jung presidiera solamente dos años- la propuesta de la Asociación fue aprobada. Freud cedió a Adler la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica de Viena y nombró vicepresidente a Stekel. La "política del psicoanálisis" nacía de manera oficial.
El exordio de Ferenczi llevaba por título: "Informe sobre la necesidad de una unión más estrecha de los adeptos de la teoría freudiana y proposición para la fundación de una organización internacional permanente", pero en su obra editada figura bajo una rotulación algo insulsa: "Sobre la historia del movimiento psicoanalítico".
Freud quería desplazar el núcleo del "movimiento analítico" de Viena a Zürich, donde un centro universitario acababa de abrir sus puertas al psicoanálisis (eso lo consiguió). Quería dejar de ocupar el primer plano, al considerar que su persona condensaba toda la mezcla de amor y odio que un padre despierta en sus hijos (eso lo consiguió a medias, además erró su elección y le salió muy caro: Wittels cuenta que ya en Nuremberg algunos suizos alborotaban por el supuesto "pansexualismo" del análisis). Y quería despachar con su acción algunas diferencias con el grupo de Viena, señaladamente Adler y Stekel, quienes, como era de esperarse, se opusieron resueltamente a la propuesta de Ferenczi. Veamos cómo lo hizo.
Después de la primera jornada del Congreso, por la tarde, los de Viena decidieron reunirse en una de las salas del Gran Hotel de Nuremberg para discutir la -a sus ojos inaudita- situación. De pronto, sin estar invitado, llegó Freud a la reunión. Según Wittels nunca le habían visto en tal estado de excitación y les dirigió estas palabras: "Son casi todos judíos y, por consecuencia, no aptos para conquistar amigos para la nueva doctrina. Es necesario que los judíos se resignen a ser el estercolero de la civilización. Es necesario que me relacione con la ciencia; estoy viejo, y estoy cansado de ser perseguido. Todos estamos en peligro". Casi arrancándose el abrigo continuó: "No quieren dejarme ni un abrigo para cuidarme las espaldas. El suizo nos salvará, me salvará a mí, y también a todos ustedes". (**)
Los vieneses no quedaron convencidos de las justificaciones de Freud, pero al final recularon y -previo acuerdo de que Jung presidiera solamente dos años- la propuesta de la Asociación fue aprobada. Freud cedió a Adler la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica de Viena y nombró vicepresidente a Stekel. La "política del psicoanálisis" nacía de manera oficial.
El exordio de Ferenczi llevaba por título: "Informe sobre la necesidad de una unión más estrecha de los adeptos de la teoría freudiana y proposición para la fundación de una organización internacional permanente", pero en su obra editada figura bajo una rotulación algo insulsa: "Sobre la historia del movimiento psicoanalítico".
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Después del Congreso Freud, que conocía previamente el discurso de Ferenczi, dio a este último sus impresiones sobre la revuelta: "Su alegato lleno de temperamento y de vida ha tenido la desgracia de desencadenar tantas contradicciones que se han olvidado de darle las gracias por la importancia de la propuesta. Toda sociedad es ingrata, eso es así. Pero nosotros hemos sido un poco culpables los dos, pues no hemos tenido en cuenta la impresión producida en los vieneses. Habría sido fácil olvidar completamente las alusiones críticas y aceptar la promesa directa de libertad científica (...)" (carta del 3 de abril de 1910).
A vuelta de correo, Ferenczi asumió la responsabilidad de lo ocurrido, y depositó la culpa en su "complejo fraterno": "Me he sentido decepcionado y un poco deprimido al ver que mi proposición tropezaba con la resistencia de los vieneses, por motivos personales. Mi complejo fraterno se puso seguramente en juego (¡por ejemplo, no quería renunciar a los pasajes controvertidos!)" (5 de abril).
Sea como fuere, es de agradecer que Ferenczi se dejara ganar del susodicho "complejo". De suprimir los "pasajes controvertidos" nos habría privado muy seguramente de una verdadera gema para el estudio de las sociedades de psicoanálisis. Entre los más llamativos (las metáforas bélicas, el enlace constante de los ámbitos conocidos como "intensión" y "extensión") destacan por su importancia y consecuencias aquellos donde Freud es situado explícitamente en el lugar de un Pater familias, y en donde se plantea como modus operandi de la Asociación a fundar la estructura familiareructurd una familia. Ni más ni menos. (Y ya se sabe que -fuera de la IPA- el lacanismo no quedó exento de una "transmisión familiar", pero esa es otra historia...)
A decir de Wittels, en el Congreso de Nuremberg Freud adoptó el papel del "padre de la horda primitiva de Darwin".
A vuelta de correo, Ferenczi asumió la responsabilidad de lo ocurrido, y depositó la culpa en su "complejo fraterno": "Me he sentido decepcionado y un poco deprimido al ver que mi proposición tropezaba con la resistencia de los vieneses, por motivos personales. Mi complejo fraterno se puso seguramente en juego (¡por ejemplo, no quería renunciar a los pasajes controvertidos!)" (5 de abril).
Sea como fuere, es de agradecer que Ferenczi se dejara ganar del susodicho "complejo". De suprimir los "pasajes controvertidos" nos habría privado muy seguramente de una verdadera gema para el estudio de las sociedades de psicoanálisis. Entre los más llamativos (las metáforas bélicas, el enlace constante de los ámbitos conocidos como "intensión" y "extensión") destacan por su importancia y consecuencias aquellos donde Freud es situado explícitamente en el lugar de un Pater familias, y en donde se plantea como modus operandi de la Asociación a fundar la estructura familiareructurd una familia. Ni más ni menos. (Y ya se sabe que -fuera de la IPA- el lacanismo no quedó exento de una "transmisión familiar", pero esa es otra historia...)
A decir de Wittels, en el Congreso de Nuremberg Freud adoptó el papel del "padre de la horda primitiva de Darwin".
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La complejidad de la relación Freud-Ferenczi merece un abordaje aparte; aquí únicamente anotamos que Sándor (que en ese tiempo aún no intentaba analizarse con Freud, con los sabidos resultados y efectos en la praxis del húngaro) ya abrigaba el anhelo de ocupar ante su maestro el lugar de un hijo amado. Si bien a Freud le incomodaban sus demandas, prendado del talento del discípulo condescendió en ciertas cartas a saludarlo con un afectuosísimo: "Querido hijo".
En la ya citada del 3 de abril de 1910, le escribía: "Con el Congreso de Nuremberg ha terminado la infancia de nuestro movimiento. Esa es mi impresión".
Han pasado noventa y nueve años y parece que estaba en lo cierto. Quizá a partir de ese momento el "movimiento analítico" conocía su "pubertad", tendría sus "crisis adolescentes". Freud esperaba -eso le decía a Ferenczi en la carta- un "periodo de juventud próspero y bello".
¿Lo vio llegar? Hum, no sé. Empezaba -en especial para el llamado "padre del psicoanálisis"- una etapa difícil...
Para descargar en Word el discurso de Ferenczi haz un click aquí.
(*) E. Jones, FREUD, Salvat, Barcelona, 1985, p. 273.
(**) F. R. Wittels, FREUD, Editorial Paix, Santiago de Chile, 1936, p. 101.
Gracias Gabriel por tu nota, buena data.
ResponderEliminarNo estoy tan convencido de que Freud se sintiese tan incomodo con las demandas de Ferenczi, creería que cuanto menos era ambivalente al respecto. Y en mi opinión el trato de hijo querido respondía al menos tanto a la posición de Freud como la de Ferenczi.
Saludos. Jorge Reitter, Buenos Aires.