De la pluma de Alberto Savinio (1871-1952) salió una frase que no olvido: "No hay espacio para dos almas en el amor". Desde que dí con ella (hace años, no recuerdo ya en qué libro), sin comprenderla del todo y sin saber bien a bien cómo leerla, no olvido esta frase por su gravedad sentenciosa, verdaderamente escanda-losa. Se me ocurre leerla de dos modos: el amor es un corredor tan estrecho que si dos almas buscan ocuparlo han de: 1.- fusionarse (ilusión romántica cuya futilidad denunció Baudelaire como un sueño soñado por todos y realizado por nadie), o bien 2.- sustituirse (alternarse ocupando en recíproca intermitencia la posición de amante y amado, como en el juego de la metáfora amorosa descrita por Lacan). Otra sería olvidarse de plano del andrógino aristofánico, suprimir la nostalgia que ha infundido ese mito a la humanidad y pensar que en el amor apenas hay espacio para dos cuerpos, que el uso de la palabra alma debiera estar reservado a los sacerdotes y, si acaso, a los poetas místicos.
Como quiera que sea, la frase de Savinio es terrible porque suena a verdad, y porque nos dice que aun en la experiencia del amor el ser humano está condenado a una indecible soledad.
¿Será que para amar es preciso haber desarrollado esa "capacidad de estar solo" de la que hablaba Winnicott? Puede ser; pero la entrada va sobre Savinio y no sobre Winnicott, sobre el sueño y no sobre el amor. Es que cuando pienso en Savinio de inmediato acude a mi mente su terrible frase sobre el espacio del amor.
Vayamos al punto. Escritor y pintor (o viceversa), hermano menor del pintor Giorgio de Chirico (que también escribía), Alberto Savinio estaba tan inconforme con las enciclopedias de su época que escribió una para su uso y gusto personal. De la entrada relativa al sueño copio un párrafo dedicado a la inteligencia del fenómeno onírico.
Alberto Savinio, La anunciación (1932) |
Para interpretar el lenguaje, todavía oscuro, de los etruscos, es preciso "hacerse etrusco". ¿Y cómo es que no se ha pensado que si, para el hombre despierto, el sueño "es un problema", para el que sueña el sueño no es un problema? Para comprender el sueño es preciso hacerse hombre que está soñando.
Para comprender los sueños hay que acostumbrarse a pensar que no siempre los valores y los significados de la vida en vela persisten en el sueño con el mismo valor y el mismo significado, pero que, en el sueño, tienen con mucha frecuencia un valor diverso y un significado distinto. Para comprender los sueños hay que pensar que, en el sueño, A puede muy bien no ser la primera letra del alfabeto, y 24 podría también no ser la suma de 20 más 4. Para comprender los sueños es preciso renunciar a colonizar los sueños con la verdad de la vida despierta. Para comprender los sueños es preciso respetar la autonomía del sueño. Para comprender los sueños es preciso aprender a leer la escritura particular de los sueños, de la misma manera que para leer griego no queda otro remedio que aprender las letras griegas. Para comprender los sueños tenemos que aprender a tener confianza en los valores propios del sueño y en sus significados propios. Para comprender los sueños hay que respetar la independencia de los sueños. Para comprender los sueños no tenemos que llevar al sueño nuestra inteligencia, sino dejar que el sueño nos traiga su inteligencia a nosotros. Para comprender los sueños no debemos llevar al sueño nuestra sabiduría, sino, por el contrario, dejar que el sueño nos traiga a nosotros su sabiduría. Para comprender los sueños tenemos que limpiarlos de todo cuanto no participe de su sabiduría propia, sino que es residuo de nuestra sabiduría de hombres despiertos, pasada por error al sueño. Para comprender los sueños hay que renunciar a comprender los sueños.
Alberto Savinio, Objets dans la forêt (1928) |
De: Alberto Savinio, Nueva enciclopedia, Acantilado, Barcelona, 2010.
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