Hay en la lectura de ciertos libros la sensación de oler de cerca los fundamentos de la experiencia analítica. Son pocos, pero uno de ellos es, a no dudar, La teoría como ficción de Maud Mannoni (1979).
En cada capítulo, Mannoni aborda cuestiones tradicionalmente peliagudas; a saber, la llamada formación de analistas (aquí traza un recorrido por las viscisitudes singulares en Francia, Alemania, Argentina y Estados Unidos, con el común denominador, recuerda, de que las escisiones en las sociedades de psicoanálisis siempre han tenido relación con este punto), el análisis llamado infantil y el análisis de las llamadas psicosis (con la respectiva amenaza de pedagogización y psiquiatrización que, en cada caso, significó para el análisis abrirse a nuevas latitudes); entre otras tantas cuestiones que distan de verse resueltas.
Y no obstante, quien haga la lectura con ojos de analista acaso sienta que le recuerdan obviedades, aspectos elementales de la práctica analítica que no está de más recordar, ya que perderlos de vista es sinónimo de extravío. Por ejemplo, la antinomia existente entre el lugar del analista y la "institución analítica" (una contradicción en los términos, si las hay), la relación del analista con el saber y su lugar en la transferencia, el hecho de que el saber del cual se trata en la dirección de una cura está del lado del analizante, que -como se sabe- no sabe que sabe y encuentra en la escucha paciente del analista y sus intervenciones los medios para inventar (porque -como decía Lacan citando una máxima de Max Jacob- "lo verdadero es siempre nuevo") un saber sobre las causas de su deseo. (Un deseo a un tiempo propio y extranjero cuya verdad grita silenciosa en la envoltura significante del síntoma).
Mannoni advierte a los analistas, sobre todo, del riesgo de ensordecimiento que corre la escucha de quienes tienden a cubrir sus oídos con la cera de la teoría. Recuerda que -lejos de ser un parapeto- en Freud la doctrina podía tener estatuto de ficción o mito, incluso delirio, así como que -para él- la resistencia en el análisis provenía del analista (un decir que suele imputarse a Lacan, que también lo afirmaba), de su incapacidad para reinventarse en la singularidad de cada caso. Al del fundador del psicoanálisis se suman los nombres de Groddeck, Winnicott y Lacan (el fantasma de Ferenczi también revolotea por ahí), que prestan a la autora sus hilos para tejer un tapiz cuyo relieve muestra los elementos de subversión necesarios para que la práctica que aún hoy conocemos bajo el nombre de psicoanálisis siga siendo psicoanálisis.
Maud Mannoni, La théorie comme fiction, Seuil, Paris, 1979, 203 pp.
(Edición en español en Crítica, Barcelona, 1980.)
puedes leer más acerca de en http://anacliticas.blogspot.com, el psicoanálisis desde el punto de vista del paciente...
ResponderEliminarMuy buena reseña.