A Paul Federn siempre le atormentó la posibilidad de traicionar a Freud. Es que hubo un tiempo en que los analistas, para hacer signo de adhesión al freudismo, rechazaban tratar pacientes “psicóticos”. El mismo Freud (como Bartleby) prefería no hacerlo, y su posición descansaba menos en su célebre animadversión hacia los locos que en objeciones teóricas.
Desde el punto de vista estrictamente freudiano existía en las psicosis una corriente libidinal narcisística que impedía al individuo entablar una relación transferencial con el analista. De acuerdo con este principio, en la medida en que dirigía la totalidad de la libido hacía su propio yo, faltaba en el loco la libido flotante necesaria para el análisis. Dicho de otro modo, para Freud un loco era incapaz de tomar al analista como objeto de amor.
Paul Federn (1872-1950) fue el primer analista en avanzar una concepción de la transferencia psicótica. No fue poco su mérito al hacerlo en un momento en que, más que contraindicarse el análisis para abordar la locura, la locura parecía contraindicar los principios del análisis.
En 1902, Federn fue el quinto miembro en sumarse a la "Sociedad psicológica de los miércoles" que se reunía en casa de Freud. Es sabido que éste apreció especialmente la lealtad que siempre le tuvo Federn. A cambio de ella, ocupó la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1923 y recibió a la clientela de su maestro cuando éste dejó de atender ante el avance de su enfermedad.
Acerca de un supuesto análisis de Federn con Freud hay noticias inciertas y contradictorias. Es más probable que nunca se acostara en su diván.
P. Roazen ha escrito que Federn se lamentó profundamente cuando Freud rechazó recibirlo en análisis, y E. Falzeder no menciona a Federn en su lista de analizantes “didácticos” de Freud. Por otra parte, una carta escrita por Federn a Ernest Jones en 1940, poco después de exiliarse en Nueva York, solicita su intervención en calidad de presidente de la IPA en virtud de que (al igual que Nunberg) tenía problemas para ser reconocido por la asociación neoyorquina como "analista didacta", dado que -como la mayor parte de los analistas de su generación- no se había analizado.
Contradiciendo el punto de vista de la ortodoxia freudiana sobre las psicosis, Federn comprobó que los locos eran capaces de hacer lazos transferenciales incluso más fuertes e intensos que los llamados neuróticos. En su opinión, el dispositivo analítico se tornaba inoperante si se pretendía aplicarlo en las psicosis tal como Freud lo diseñó para tratar las neurosis, y era menester adecuarlo a las características de la transferencia psicótica. (Por ejemplo, la existencia de un exceso de material inconsciente, que hacía necesario para el análisis, decía Federn, operar una "re-represión" antes que un levantamiento de la represión. O bien una "ganancia de realidad" -contraria a la consabida "pérdida de realidad"-, que obedecía a la tendencia psicótica de tomar los pensamientos como si fueran hechos reales.)
Para sostener su práctica con pacientes locos (iniciada en 1906), Federn alteró en aspectos importantes el dispositivo analítico y reformuló en principios básicos la metapsicología freudiana, por ejemplo, las teorías del narcisismo y la libido.
Hizo propia la noción de “sentimiento del yo” (ich-gefühl), que Freud no elaboró del todo, y la convirtió en un concepto medular de su psicología del yo (nada que ver con los postulados de Hartmann, Kriss y Lowenstein, que luego adoptarían el término sin la menor alusión a Federn).
Propuso también nociones nuevas, como “mortido”, para designar la investidura de la pulsión de muerte, o “frontera del yo” (aunque ésta hay quien dice la tomó de Tausk) que, en su elaboración teórica, consistía en una investidura que hacía las veces de órgano sensorial del yo en las funciones de percepción.
En su lectura de Freud, Federn vio en el yo la estructura de una interfase que se desplegaba entre el ello y el mundo objetivo; mientras que existía una frontera real que separaba al yo del mundo exterior, la diferencia entre el yo y ello era meramente cualitativa; las fronteras del yo se extendían para asir libidinalmente la imagen de los objetos (como el animálculo protoplasmático del que hablaba Freud). La pérdida del contacto con la realidad, siempre parcial, sobrevenía a causa del desinvestimiento de una frontera yoica; sin embargo, en la medida en que parte de la actividad libidinal del individuo en posición psicótica se dirigía a los objetos, existía en él la posibilidad de establecer una transferencia. (Que no debía analizarse, ya que Federn insistía en el hecho de que la cura de un paciente psicótico debía desplegarse sobre el eje exclusivo de la "transferencia positiva".)
Freud siempre mostró escepticismo ante la práctica de Federn con la locura, y es llamativo que éste esperara hasta la muerte de su maestro para sacar a la luz sus escritos fundamentales.
El estilo de Federn fue calificado con frecuencia de complejo, incluso de oscuro. A decir de algunos comentaristas, se debía a que intentaba hacer coincidir -a veces forzadamente- sus desarrollos teóricos con la obra freudiana. En opinión de uno de ellos, el psicoanalista triestino Edoardo Weiss, solamente después de la muerte de Freud pudo Federn expresar sus ideas con libertad.
¿Habría sido distinto de haber podido Federn a analizar su transferencia con Freud?
Días antes de que, gravemente enfermo, decidiera acabar con sus días de propia mano, escribió en una carta a Weiss: “No se apene cuando me haya ido, ya he puesto por escrito todo cuanto debía decir en el campo de la psicología del yo”.
Este libro (póstumo, compilado por Weiss) reúne artículos que Federn escribió entre 1926 y 1950, y constituye la muestra más sustancial de los textos que el autor dedicó a sus tentativas con la locura y la elaboración de su psicología del yo.
Del prólogo de Didier Anzieu tomo estas palabras: “Federn se familiarizó con la parte psicótica de su propia persona, presintió de qué modo puede devenir psicótico un ser humano si esa parte cobra predominio en su funcionamiento psíquico; y de qué modo también, puede volver a la normalidad si se restablece y consolida la parte no psicótica de su persona”.
Y es que, para estudiar la locura, Federn comenzó por estudiarla a fondo en sí mismo: exploró su parte psicótica en experiencias del todo comunes; el sueño, por ejemplo, donde se presenta un “extrañamiento del mundo exterior" y un consecuente retorno ibidinal al estado narcisista (con todo y alucinaciones incluidas). Este punto de vista, que emparentaba a la locura con la vida onírica, lo compartía Freud, pero fue su discípulo quien obtuvo consecuencias más vastas.
Paul Federn posibilitó, en los planos terapéutico y doctrinario, un encuentro entre la locura y el psicoanálisis y amplió con ello los límites del método psicoanalítico.
La estatura teórica y los alcances clínicos de su trabajo -es la ocasión de decirlo- no han sido suficientemente valorados hasta el día de hoy.
Paul Federn, La psicología del yo y las psicosis, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, 394 pp.
Imagen: (entre figura rabínica y mago en la estela de Alexis Cardec) Paul Federn
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