27 sept 2009

Metas para el desarrollo del psicoanálisis, de Sándor Ferenczi y Otto Rank


En ocasión del 7º Congreso Psicoanalítico Internacional (Berlín, 1922), Freud fijó como tema del premio de la Editorial Psicoanalítica Internacional “las relaciones de la técnica analítica con la teoría analítica”. Movido por la desproporción que el congreso había evidenciado, a saber, la sobreabundancia de trabajos “teóricos” y la ausencia de trabajos “técnicos”, Freud planteó al concurso el objetivo de indagar la manera en que la técnica influía sobre la teoría y si éstas se promovían recíprocamente o se obstaculizaban. De manera significativa, ningún trabajo concursó por el premio (cuyo monto, dicho sea de paso, se había multiplicado en un dos mil por ciento gracias a una donación de Max Eitingon).

Sandor Ferenczi y Otto Rank, no obstante, estaban trabajando el asunto. Tras la convocatoria pusieron en común sus escritos, y durante el verano de 1922 mantuvieron un intercambio que amplió su material hasta convertirlo en un librito, que vio la luz a mediados de 1924. Su fecha de aparición lo hacía coincidir con la publicación de los trabajos doctrinarios más importantes de ambos autores: Thalassa, de Ferenczi, y El trauma del nacimiento, de Rank.

Ferenczi leyó un resumen del trabajo en la Sociedad Psicoanalítica de Viena el dos de enero de ese mismo año y desde el primer momento suscitó polémica y descontento. Freud criticó en carta a Ferenczi, entre otras cosas, que le había parecido deshonesta su presentación: no había tocado el tema central del trabajo, y había aprovechado la reunión para promover la “técnica activa”. Ferenczi respondió que su presentación había sido honesta, pues no ocultaba la actividad, misma que tenía el objetivo de suprimir alargamientos inútiles del análisis que lo volvían improductivo en los planos "terapéutico" y "científico".

Karl Abraham (quien veía en el libro “un germen de disensión”, incluso “signos de un proceso fatal que afecta a cuestiones vitales del psicoanálisis”) alertó a Freud de la tormenta que se había desencadenado en el seno del “Comité Secreto”, y éste envió a sus integrantes una carta circular el 15 de febrero para restablecer la calma y tomar posición en el debate. En ella les decía que si bien no aprobaba las ideas del libro en su totalidad, “no deseo que se guíen en sus trabajos por la consideración de si me resultarán agradables o no”, al tiempo que lo consideraba como “una corrección de mi concepción del papel de la repetición y la actuación en el análisis”.

El libro consta de seis capítulos de extensión desigual y, en efecto, el primero es una breve introducción destinada a presentar, como si de una buena nueva se tratase, las cualidades de la “técnica activa” que Ferenczi desarrollaba desde 1918 (y  que abandonó en 1927).

A diferencia de la posición “ortodoxa”, que consideraba el recuerdo y la reelaboración como metas del análisis y anatemizaba la repetición como sinónimo de resistencia (esto a partir de una cierta lectura, manualizada y manualizante, digamos, de un texto clave de Freud, “Recordar, repetir, reelaborar”, de 1914), Ferenczi y Rank proponían al analista salir de su posición “pasiva” en los momentos en que un análisis mostrara signos de estancamiento, e interviniera de manera “activa” (dando órdenes, por ejemplo, o estableciendo prohibiciones concretas al analizado) para promover la repetición, cuya importancia era decisiva para llevar a buen término la cura.

La argumentación doctrinaria que ofrecían de esta técnica tomaba en cuenta los desarrollos de la teoría de la libido de Freud; de esta suerte, sostenían que en el manejo de la transferencia y de las resistencias la tarea del analista era intervenir directamente sobre el flujo libidinal del paciente, para hacerlo regresar “por el camino de la transferencia, al tiempo de la constitución del «complejo de Edipo» (no a la situación en sí misma)”. El análisis era caracterizado aquí como “la introducción artificial de un proceso de desagüe libidinal”, y la “situación analítica” era vista como una repetición del drama edípico que, mediante el artificio analítico, podía ser llevado a una (di)solución.

Entre los planteamientos del libro que prefiguran de un modo llamativo algunos de corte lacaniano (por ejemplo, el analista concebido como una formación del inconsciente) sobresalen los que apuntan a establecer una concepción del final del análisis; la misma que, en cierta forma, estaba presente en algunos textos de Freud.

Ferenczi y Rank coincidían con su maestro en que para que la cura analítica mereciera este nombre (y no se redujera a una mera sugestión) la relación transferencial tenía que alcanzar un punto resolutivo, es decir, tenía que ser disuelta, desmontada. El desmontaje de la transferencia debía de ocurrir de un modo gradual, y requería de un recorrido temporal en el que lo fundamental era liberar al paciente de la fijación libidinal al analista. (En el primer capítulo de El trauma del nacimiento, Rank entendía la disolución de la transferencia como un “segundo nacimiento”, que repetía la situación del nacimiento originario en tanto desapego libidinal de la madre).

Resultan de especial interés los apuntes críticos de Ferenczi y Rank, por ejemplo, sobre “el fanatismo de interpretación”, o sobre el estorbo que significa para el análisis el “saber de más” y el narcisismo del analista.

En lo que toca a la influencia recíproca entre las dos dimensiones del saber analítico, práctica y teoría, plantean la existencia de un “círculo virtuoso” (no contaban, como Lacan, con la banda moebiana para ilustrar la continuidad de los dos ámbitos del psicoanálisis).

En el curso de la lectura saltan contradicciones, surgidas, presumiblemente, de la necesidad autoimpuesta en los autores de matizar la radicalidad de sus planteamientos –verdaderamente innovadores- y aproximarlos en lo posible a las ideas freudianas en boga. Con todo, esta pequeña joya de la literatura analítica –que ellos definieron como un “posicionamiento técnico-político-científico”- conserva todo su brillo y sus páginas encierran una quemante actualidad.




Sandor Ferenczi-Otto Rank, Metas para el desarrollo del psicoanálisis, Epeele, México, 2005, 73 pp.


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