Entre los psicoanalistas, Georg Groddeck sería por antonomasia el “raro” (en el sentido que dio Ruben Darío a esta palabra en la literatura).
Por la misma razón que Freud no leyó a Nietzsche -el riesgo de contagio de ideas-, Groddeck no leía a Freud, y en 1912 publicó Nasamecu (abreviatura de Natura sanat, medicus curat), una apasionada crítica pergeñada a partir de lo que “de oídas” conocía del psicoanálisis. Pero al contrario de Freud, que siguió sin leer a Nietzsche, en 1913 Groddeck encontró en un escaparate de libros La psicopatología de la vida cotidiana y La interpretación de los sueños, los llevó consigo y -según confesó después a Freud- el efecto fue tan perturbador que no consiguió leer ninguno hasta el final. No obstante, ese encuentro le bastó para ser picado por el tábano del psicoanálisis.
Freud veía en dichos pasajes el “autoanálisis” de su discípulo. Y quizá para el lector actual no sería desatinado tomar El libro del Ello como un ejercicio ―notable desde el punto de vista literario― de lo que hoy llaman autoficción.
Y sí: tal vez ningún otro libro (al menos en la primera mitad del siglo XX) ilustra mejor la frase de Lacan según la cual “el psicoanálisis es un delirio del que se espera que porte una ciencia”.
Pero ―a diferencia de lo que ocurre en el delirio― no hay que tomar a Groddeck muy en serio; él mismo escribió (con la pluma de Patrick Troll) que ya la vida es lo bastante seria como para que alguien tome en serio cualquier cosa. Entre sus logros, quizá no fue el menor haber escrito libros tan personales, y tan bellos, en una época en que los analistas no dejaban de poner en su escritura un trozo de sí mismos.
Por la misma razón que Freud no leyó a Nietzsche -el riesgo de contagio de ideas-, Groddeck no leía a Freud, y en 1912 publicó Nasamecu (abreviatura de Natura sanat, medicus curat), una apasionada crítica pergeñada a partir de lo que “de oídas” conocía del psicoanálisis. Pero al contrario de Freud, que siguió sin leer a Nietzsche, en 1913 Groddeck encontró en un escaparate de libros La psicopatología de la vida cotidiana y La interpretación de los sueños, los llevó consigo y -según confesó después a Freud- el efecto fue tan perturbador que no consiguió leer ninguno hasta el final. No obstante, ese encuentro le bastó para ser picado por el tábano del psicoanálisis.
Georg Groddeck (1866-1934) ejercía como médico fisioterapeuta en Baden-Baden cuando se decidió escribir a Freud en 1917. Le preguntó si por sus ideas (próximas a las del creador del psicoanálisis, aunque fruto de sus propios hallazgos) y por la forma en que trataba a sus pacientes (en su mayoría enfermos de males “orgánicos”, o sea no neuróticos, a los que trataba mediante la palabra), merecía considerarse un psicoanalista. Freud le respondió que cualquiera que tomara en cuenta la transferencia y la resistencia como puntos axiales de un tratamiento pertenecía irremisiblemente a “la horda de los salvajes”. Desde la primera carta, Groddeck le hablaba a Freud del Ello ―término que extrajo de Nietzsche―, y lo definía como “una fuerza por la que somos vividos mientras creemos que somos nosotros quienes vivimos”. Freud reconoció al inconsciente en el Ello de Groddeck, pero éste no estuvo de acuerdo: lo creía una fuerza más dominante y de más vasto alcance en la vida humana que el inconsciente freudiano. Así empezó entre los dos un debate epistolar sobre el Ello (con Groddeck en posición de “hijo-discípulo”) que duraría varios años.
El primer encuentro personal entre Groddeck y Freud fue en 1920 en el Congreso de La Haya. Tal sería también la primera incursión de Groddeck en la comunidad analítica, su entrada oficial, por así decir, en la “horda de los salvajes”. El segundo día de actividades, Freud habló seguido de otros más cuando, para cerrar la jornada, subió al estrado Groddeck. “Yo soy un analista silvestre”, dijo para empezar y, como nada había preparado, soltó un discurso que tenía toda la estructura de una libre asociación. Con la excepción de Rank, Ferenczi, y Horney, que sintieron atracción por el recién llegado, su intervención no obtuvo más que rechazo entre los analistas.
El primer encuentro personal entre Groddeck y Freud fue en 1920 en el Congreso de La Haya. Tal sería también la primera incursión de Groddeck en la comunidad analítica, su entrada oficial, por así decir, en la “horda de los salvajes”. El segundo día de actividades, Freud habló seguido de otros más cuando, para cerrar la jornada, subió al estrado Groddeck. “Yo soy un analista silvestre”, dijo para empezar y, como nada había preparado, soltó un discurso que tenía toda la estructura de una libre asociación. Con la excepción de Rank, Ferenczi, y Horney, que sintieron atracción por el recién llegado, su intervención no obtuvo más que rechazo entre los analistas.
La tesis central de su plática era que cualquier afección orgánica ―así fuese una gripa, un dolor de muelas o miopía― no era sino una manifestación del Ello. Por ejemplo, en los problemas visuales, decía, el ojo es el Yo, mientras que el Ello reprime la visión de lo desagradable. Apenas terminó su presentación, Groddeck recibió una nota de Freud preguntándole si había hablado en serio o si quería bromear al auditorio. Pero más que un simple bromista, Groddeck era un lúdico provocador y ―pese a irritar y escandalizar a algunos― simpatizaba mucho a Freud.
En 1921 Groddeck empezaría a escribir las cartas de El libro del Ello. A caballo entre el ensayo y la novela epistolar, el libro estaba construido como una serie de cartas ficticias dirigidas a una amiga interesada en psicoanálisis y firmadas por un tal Patrick Troll. En ellas, Groddeck presentaba sus ideas con desenfado y las ilustraba con estrambóticos ejemplos de su práctica que narraba cínicamente, con un estilo a la vez que grandilocuente coloquial. (Podría pensarse, como una lejana analogía, en las cartas de Charles S. Peirce a su amiga Lady Welby.) Freud recibió con entusiasmo los primeros capítulos del libro y estimuló al autor a seguir su camino: “Las cinco cartas son encantadoras ―le escribe―; estoy firmemente decidido a no dejarlas emigrar a otro editor. Sobre todo allí donde habla Ud. de sí mismo son irresistibles”.
Freud veía en dichos pasajes el “autoanálisis” de su discípulo. Y quizá para el lector actual no sería desatinado tomar El libro del Ello como un ejercicio ―notable desde el punto de vista literario― de lo que hoy llaman autoficción.
En la primavera de 1923, semanas antes de que Freud publicara El yo y el ello, apareció en las librerías El libro del Ello. Freud no convenció a Groddeck de que el Ello era equiparable al inconsciente, pero en dicho trabajo recompuso la anatomía de su aparato psíquico: no bastaba hacer coincidir el inconsciente con lo reprimido y oponerlo a un yo en consonancia con lo consciente y lo preconsciente; más bien, pensaba Freud ahora, había que establecer la actividad inconsciente del yo y especificar el topos de lo reprimido y lo inconsciente primordial.
El ello de Freud y el Ello de Groddeck no tenían en común más que el nombre (y ni siquiera en cada lengua: el ello freudiano se tradujo al inglés como id, mientras el Ello de Groddeck derivó en un it aún más impersonal). Para Freud, el ello es, como se sabe, el reservorio fundamental de la energía psíquica, un caos en el que confluyen pulsiones de vida y de muerte. Freud solía definirlo de un modo negativo, en contrapunto a las características del yo. El Ello en Groddeck, en cambio, era ante todo una fuerza de afirmación. Al modo de los presocráticos, a los que aludía, Groddeck consideró falaz la distinción psique-soma: para él no había más que Ello. A su modo de ver, todo lo que hay de conformador anímica y biológicamente en el hombre es regido por la organización del Ello; escribe: “Yo no soy en absoluto Yo sino una forma continuamente cambiante en que se manifiesta el Ello para inducir a error al hombre en su propio conocimiento, para facilitarle el autoengaño, para hacerlo un instrumento más dócil de la vida”.
El ello de Freud y el Ello de Groddeck no tenían en común más que el nombre (y ni siquiera en cada lengua: el ello freudiano se tradujo al inglés como id, mientras el Ello de Groddeck derivó en un it aún más impersonal). Para Freud, el ello es, como se sabe, el reservorio fundamental de la energía psíquica, un caos en el que confluyen pulsiones de vida y de muerte. Freud solía definirlo de un modo negativo, en contrapunto a las características del yo. El Ello en Groddeck, en cambio, era ante todo una fuerza de afirmación. Al modo de los presocráticos, a los que aludía, Groddeck consideró falaz la distinción psique-soma: para él no había más que Ello. A su modo de ver, todo lo que hay de conformador anímica y biológicamente en el hombre es regido por la organización del Ello; escribe: “Yo no soy en absoluto Yo sino una forma continuamente cambiante en que se manifiesta el Ello para inducir a error al hombre en su propio conocimiento, para facilitarle el autoengaño, para hacerlo un instrumento más dócil de la vida”.
El aspecto elusivo que adquiere la figura de Groddeck en el campo abierto por Freud es consecuencia de su audaz tentativa: subvertir un campo de por sí subversivo, ser un outsider entre los outsiders.
Acerca de su libro daba esta clave: “lo que suena razonable, o no demasiado extraño, procede del profesor Freud, de Viena, y de sus colaboradores; lo demencial, eso lo considero yo como mi patrimonio espiritual”.
Acerca de su libro daba esta clave: “lo que suena razonable, o no demasiado extraño, procede del profesor Freud, de Viena, y de sus colaboradores; lo demencial, eso lo considero yo como mi patrimonio espiritual”.
Y sí: tal vez ningún otro libro (al menos en la primera mitad del siglo XX) ilustra mejor la frase de Lacan según la cual “el psicoanálisis es un delirio del que se espera que porte una ciencia”.
Pero ―a diferencia de lo que ocurre en el delirio― no hay que tomar a Groddeck muy en serio; él mismo escribió (con la pluma de Patrick Troll) que ya la vida es lo bastante seria como para que alguien tome en serio cualquier cosa. Entre sus logros, quizá no fue el menor haber escrito libros tan personales, y tan bellos, en una época en que los analistas no dejaban de poner en su escritura un trozo de sí mismos.
Georg Groddeck, El libro del Ello, Taurus, Madrid, 1973, 327 pp.
Depois desta resenha, vou ler, novamente, 'O livro d'Isso'. Sua escrita estimula o leitor.
ResponderEliminarMuy interesante, máxime,
ResponderEliminarcuando la hermenéutica
del Gran Manicomio
del presente histórico,
dada su obvia patologia,
empieza a escaparse
de la exegésis de Marx,
Freud y Nietzsche,
para entrar de lleno
en la hipotesis
de Oscar Kiss Maerth.
"Groddeck le hablaba a Freud del Ello –término que extrajo de Nietzsche-, y lo definía como “una fuerza por la que somos vividos mientras creemos que somos nosotros quienes vivimos".
Dices.
Sugestivo eso de:
'una fuerza por la que somos vividos mientras creemos que somos nosotros -mismos- quienes vivimos'
Si tomamos a la Humanidad por una Individualidad, ¿le podriamos aplicar ese 'concepto' del 'Ello'?
Es decir:
¿es la Historia Humana 'una fuerza por la que somos vividos'...una fuerza que va desde el 'Homo Habilis' hasta Hiroshima y Nagasaky?....¿Una fuerza que nos hizo comer del "Fruto Prohibido" --(¿la cebeza del congenere?), y, como tal, es el 'Ello' implicito en Ello el que nos esta llevando a ésta debaclé global de la especie humana sobre el planeta?
Preguntas
Divagaciones
Sugerencias
...Para tratar de explicarnos el por que, viendo el iceberg al frente, no cambiamos el rumbo de éste Titanic donde navegamos todos.
Saludos fraternales.
"He who draws the conclusion that I mentally medicate a human who has broken his leg is very true – but I adjust the fracture and dress the wound. And then – I give him a massage, make exercises with him, give a daily bath to the leg with water at 45°C for half an hour and I take care that he does neither gorge nor booze, and every now and then I ask him: Why did you break your leg, you yourself ?"
ResponderEliminarGroddeck
¿Por que se partió usted mismo la pierna?
Tremenda y perturbadora pregunta.
Hacíendo de lo ontogenético lo filogenético, obtendremos la clave de 'Ello'
¿Por qué la Humanidad,
sin tener mas enemigos
que ella misma,
sin tener mas 'rompedores'
que ella misma, se 'sigue rompiendo la pierna?